Siempre, adoré comer. Me crié en un hogar con una madre “de las de antes”, que cocinaba riquísimo toda clase de comidas simples, sanas y nutritivas (bueno, algunas no tanto, pero… eran tan deliciosas!).
Cuando comencé a trabajar y comer afuera, se inició un festín de platos nuevos, vinos finos y excesos varios. Trabajando en una multinacional de alimentos, me harté de chocolates, helados, golosinas. Comía de más en el comedor de la empresa y salía bastante a cenar (me encantaba probar restaurantes con distintas cocinas). Al tiempo, tuve serios problemas digestivos. Un cirujano ya me quiso operar para sacarme la vesícula y un gastroenterólogo me dijo que tenía que tomar pastillas toda mi vida.
No le hice caso a ninguno. Los médicos para mí son profesionales con una determinada visión y los escucho, pero yo decido qué voy a hacer. Después de todo, es mi cuerpo y es mi vida. No delego ese poder en nadie.
Volviendo al tema, me puse a estudiar sobre nutrición, leyendo distintas tendencias. Aprendí mucho y me fui haciendo mi propio régimen. Dejé de tener problemas y ayudo a la digestión con pastillas sólo cuando me excedo.
Por naturaleza, soy variable, así que he ido cambiando la alimentación de acuerdo a lo que mi cuerpo me ha ido pidiendo… aquí tendría que hacer una aclaración: a lo que mi cuerpo sano me ha indicado, porque también tengo un cuerpo enviciado que se engancha de vacíos, ansiedades y voracidades para reclamarme lo que me hace mal… o me engorda…
Como siempre, es importante tener claro cuál es el modelo de salud y armonía para volver a él. No importa de qué se trate, es necesario un estado, un propósito, una actitud que sean el norte. Si me pierdo, si me voy por las ramas, si me olvido, si me caigo, sé adónde regresar.
martes, 22 de enero de 2008
¡A mi salud!
Publicado por Laura Foletto en 13:18
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1 comentario:
Sobre todo me quedo con lo último que has escrito para poder aplicarlo no sólo al área de la nutrición-salud sino a todas las demás áreas de mi vida (relaciones, trabajo, pareja...): si me pierdo, si me caigo,sé adónde regresar.Cuando me olvido o me voy por las ramas no puedo evitar sentirme culpable por haberlo hecho mal,¡ es hora ya de saber dosificar el chocolate!
Un saludo desde Asturias.
Mariló
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