Cuando decidimos
cambiar (o no tenemos más opción, como está sucediendo bastante ahora), se
presentan ciertos desafíos. Voy a tratar algunos:
- Las expectativas: muchos se paralizan frente a una decisión porque sopesan
indefinidamente lo que pueden perder. Imaginan distintos escenarios
y hacen hincapié en lo que dejarán de tener o en lo que no pasará y así
basan la elección en el miedo y la carencia y en su incapacidad para
procesarlos. No podemos obviar que cualquier situación tiene aristas
positivas y negativas, pero estas últimas tienen que ser aceptadas y
negociadas y, sobre todo, debemos ser impulsados por el entusiasmo de
lo que obtendremos, de la expansión que disfrutaremos, de las
novedades que movilizarán nuestra vida hacia lo mejor de nosotros.
- Las pérdidas: cuando hacemos una
elección, las demás posibilidades desaparecen. Esto hace que algunos
permanezcan en un limbo de indecisión porque de esta forma tienen la
quimera de que todas las oportunidades siguen vivas y posibles. En
principio, esto no es cierto porque con el tiempo muchas se van
desvaneciendo solas, mientras uno sigue detenido y frustrado. Por
otro lado, nos perdemos de los regalos del compromiso: solo cuando
abrazamos decididamente algo, recibimos su fuerza, su belleza, su profundidad,
su conexión, su abundancia, lo que sea que esa posibilidad abre y
despierta con su presencia.
- La volatilidad: al existir en un mundo veloz y variable, pasamos a una y otra
cosa, una y otra vez, en la creencia de que las poseemos y las
disfrutamos. En la mayoría de los casos, esto no es más que una
ilusión. Se suceden lugares, personas, cursos, diversiones, etc.,
pero pocas dejan un sedimento verdadero. Por un lado, el placer
necesita tiempo, precisa morar en el cuerpo deliciosa e intensamente; es la
diferencia entre un vistazo por la ventanilla del auto y estar sentado en
una playa mirando un ocaso. Por otro lado, nada se aprende sin
profundizar y practicar; la mayoría de mis consultantes han leído y
hecho cursos interminablemente pero tienen internalizado poco de eso en
sus vidas cotidianas. Al anular al cuerpo y priorizar a la mente,
todo va a su ritmo y, al final, el físico termina llamando la atención
contundentemente.
- Las decepciones: al cambiar de dirección, algunas personas se verán
afectadas. Muchos no pueden soportar esta situación e infantilmente
se quedan atados a sus reclamos y extorsiones, retrasando su evolución (y
la de ellos). Es necesario comprender que algunos no aprobarán
nuestras decisiones y que todos nos debemos mover hacia un mayor nivel de
responsabilidad y creatividad. Al inicio, nuestra resistencia se
liga a la de los demás y tendemos a echarles la culpa, para no hacer
frente a nuestros propios miedos y dudas. Luego, una vez esclarecidos,
debemos comenzar y esperar que ellos también crezcan y maduren. El
detener nuestro proceso conlleva la detención de la de todo lo demás,
porque estamos unidos a la Creación de manera indisoluble.
Hacer algo distinto
tiene sus dificultades, pero generalmente no son necesarias acciones heroicas
ni grandiosas en el exterior. Son imprescindibles los pequeños cambios
internos de cada día, que van cimentando un trayecto seguro, sólido y
entusiasta. Eso irá abriendo las posibilidades externas, de acuerdo a tu
capacidad, vibración e intención incrementadas. Da el paso y la Vida
te irá abriendo el camino en cada pisada.