“Inmediatamente
después de cada reunión, cada clase o experiencia significativa, utiliza 30
segundos (ni más, ni menos) para escribir las cosas más importantes. Si
siempre haces esto e incluso si tú simplemente haces esto, sin ningún otro tipo
de corrección, te irá bien”. Este útil consejo se lo dio un consultor a la
emprendedora Robyn Scott, que lo había aprendido de su abuelo. Ella, a su vez, proporciona
una serie de enseñanzas que le han permitido optimizar al máximo el método:
No se trata de tomar apuntes
Más bien,
el objetivo de este procedimiento es distinguir entre aquello que es primordial
y aquello que es secundario. Obliga a la mente no a reproducir lo dicho, sino a
manipular la información que se ha recibido. “Se trata de un acto de
interpretación, priorización y toma de decisiones”, explica la autora.
Requiere empeño
Scott
señala que es muy sencillo pensar que hemos entendido todo lo que se nos ha
contado, pero que resulta mucho más difícil sintetizarlo en tan poco tiempo
y verbalizarlo. Volver sobre aquello que nos acaba de ocurrir resulta
complicado porque supone realizar una relectura totalmente diferente de aquello
que, en apariencia se ha contado, pero también sirve para sacar a la luz
algunos aspectos ocultos que se nos pueden haber pasado por alto.
El diablo está en los detalles
Pensemos
en la última reunión que hemos tenido. ¿Qué recordamos de ella? Probablemente,
el tema general que se ha tratado. Quizá, también, alguno de los chistes o
cotilleos que en ella han salido durante la misma. Pero, ¿cuáles fueron sus
auténticas conclusiones, qué aprendimos? Quizás, se encuentre oculto
entre toneladas y toneladas de banalidades. Aprender a utilizar la regla
de los 30 segundos nos ayudará a afilar nuestra percepción.
Tienes que ser veloz
La
primera impresión es la que cuenta, afirma el dicho, y así parece ser también
con esta regla de los 30 segundos. Nuestras percepciones cambian a medida
que el tiempo pasa, y no únicamente porque reflexionemos sobre lo
acontecido, sino porque nuestra memoria se moldea continuamente. Al apuntar
rápidamente las conclusiones, tendremos también presente ese gesto que nos ha
llamado la atención, ese titubeo que desvela más de lo que su emisor pensaba y,
en definitiva, toda esa información que estamos a punto de borrar de nuestra
memoria.
Aprendes a escuchar y a hacer mejores preguntas
En
ocasiones, al enfrentarnos con los 30 segundos de que disponemos para resumirlo
todo, nos damos cuenta de que hemos hecho caso omiso a los aspectos más
importantes del tema o estos no han quedado lo suficientemente claros. Nuestra
atención cambia, y afinamos mejor nuestro oído para sintonizar aquello
realmente sustancial.
Ayudarás a los demás
Parecería
que un método de organización así tan sólo beneficia a aquel que lo lleva a
cabo, pero Scott asegura que la regla de los 30 segundos nos ayuda a comprender
las necesidades de los demás. A menudo, las reuniones tienen como objetivo
descubrir qué se puede hacer por los demás, ya sea con un cliente, con un
superior o con un subordinado. Si extraes conclusiones claras sabrás qué
puedes hacer en lo consecutivo para remar en la misma dirección.”
Desde chica,
aún en la escuela primaria, me acostumbré a hacer resúmenes y tengo la tendencia
a ir directamente al punto en cualquier tema.
Por eso, me llama la atención (y me aburre, a veces) la propensión de
muchos a irse por las ramas y nunca comprender el asunto principal o, en cuestiones
espirituales, el aprendizaje involucrado.
He recomendado a algunos de mis consultantes que tengan un cuaderno y
que anoten lo más importante luego de cada sesión. Creo
que simplifica mucho la vida el discriminar lo esencial de lo secundario, ya
que permite enfocar la energía, manejar las emociones y estar centrados. ¿Comienzas?