Acabo de leer una corta entrevista a Lee Carroll, el canalizador de Kryon, hablando sobre los niños índigos y me di cuenta de algo. Carroll dice que estos niños no aprenden de forma lineal sino conceptual, que necesitan conocer el porqué y cuál es la noción detrás de esto. Además, ellos captan cómo están las personas con quienes se relacionan y esto incide en cómo aprenden o se comportan.
Yo he sido una índigo pionera y nunca tuve “memoria”, o sea, no pude aprender memorizando. Tenía que entenderlo para saberlo. Desde muy chica, hacía resúmenes con el concepto de lo que estudiaba y me quedaba con esto. Tenía montones de “fichas” con cada lección. Mis pruebas eran muy cortas, porque ponía lo principal y nada más. Mis compañeras no podían entender porqué yo me sacaba buenas notas con una página y media cuando a ellas las aplazaban habiendo escrito cuatro o cinco hojas. Yo leía sus pruebas y habían escrito cualquier cosa menos lo que le preguntaban.
En matemáticas y en cualquier materia que tuviera un número, era un desastre. Me daba lo mismo que el Aconcagua midiera 1000 o 10000 metros. Me hacía machetes para todo eso. Aún hoy, no recuerdo fechas ni teléfonos ni números de calles ni entiendo nada que se relacione con las matemáticas. Sin embargo, siempre me llamó la atención que, si alguien consulta algún cálculo, a mí se me “aparece” el número en la mente.
Yo tenía mi propio sistema para todo. Viviendo en una pequeña ciudad del interior y siendo la única “loca” que rompía los esquemas (y en ese tiempo, todo era esquemático!), tuve la suerte de que mis maestras y profesores lo dejaran pasar y no me coartaran la libertad de experimentar.
Todo me interesaba, tenía una sed de conocimiento insaciable. A los trece/catorce, cortaba noticias de los diarios y las pegaba en un cuaderno. Eran los finales de los hippies, del “flower power”, del cambio a través del amor y yo estaba exultante: iba a cambiar al mundo.
Siendo un camaleón, que captaba las energías de todos y me adaptaba a cada una, pasaba de un estado al otro, de una idea a la otra. Circulé por muchos estudios y trabajos y ambientes y relaciones y me fascinaba la diversidad. Me sigue fascinando, pero estoy aprendiendo a focalizarme porque tanta variedad me agota y me dispersa.
Un índigo es, básicamente, un “rompedor de sistemas”. Por eso también su costado agresivo. He estado evolucionando hacia colores más pacíficos. Hoy, trato de cambiar MI mundo primero, con más armonía, amor y alegría. Si puedo ayudar a otros a hacerlo… todavía conservo mi llama sesentista!! :-)
domingo, 24 de agosto de 2008
Color índigo
Publicado por Laura Foletto en 13:15
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