Hace mucho tiempo, me llamó la atención ciertas “contradicciones” que observaba en mí misma. Por ejemplo, en una época en que había sido despedida de un empleo… una vez más (¡problemas con la autoridad! ja!), decidí comenzar a trabajar independientemente. Se me ocurrió probar como promotora de seguros e inversiones en el exterior. Tenía que contactar con personas adineradas de muy alto nivel y, en las entrevistas, me sorprendía con actitudes corporales y conversaciones “de igual a igual” cuando yo no tenía ni para pagar un café. Fuera de allí, me sentía con una autoestima más baja que el piso. ¿Cómo podía ser eso?
Lo que me desconcertaba era que yo no estaba “actuando” ninguna de las dos posiciones. Me sentía totalmente real y confiada cuando charlaba con ejecutivos e igual de real e insegura cuando lloraba en mi casa por sentirme inferior. ¿Entonces? La mayoría de las técnicas psicológicas explicaban que una de ellas era verdadera y la otra era falsa, la máscara. Yo no sentía eso. Podía reconocer la falsedad o la hipocresía dentro de mis distintas facetas, pero no la existencia misma de esas facetas.
Con el tiempo, consideré que todos mis aspectos eran verdaderos: partes indisolubles de la fortuna de Ser Humanos, posibilidades de exploración desde distintas ópticas, negros/blancos/grises de la dualidad, regalos de la diversidad.
El gran tema es cómo abordamos esta enorme riqueza. Generalmente, tendemos a esconder o proyectar las que no nos gustan o las que no creemos ser. Por ejemplo, el otro día había ido a una charla y se comenzó a hablar de la “mala educación” de la gente (o sea, los otros: cuando criticamos, la gente son los demás; cuando alabamos, la gente nos incluye, somos la buena gente). Todos eran modelos de virtud y nadie se daba cuenta de que era mala educación ponerse por encima y hablar despreciativamente de personas que no conocían. No es preciso mencionar que tenían actitudes mezquinas (como pontificar o ser directamente vengativos) para “promover” la buena educación.
En otra reunión, dos personas se pusieron a hablar muy admirativamente de otra (hasta con cierta envidia). Pronto, se hizo evidente que ellas querían ser como la otra, pero pensaban que no podían. Así, como las de la charla proyectaban sus aspectos negativos, los de esta reunión proyectaban sus positivos.
Es muy común creer que ciertas facetas “no vienen” con nosotros. De nuevo, pueden ser buenas o malas: desde la creatividad y el buen humor hasta la deshonestidad o la soberbia. Digo frecuentemente que somos un cóctel con los mismos ingredientes; lo único que cambia son las medidas. Pero, estas medidas no son fijas, pueden modificarse si así nos lo permitimos.
Quizás, hemos pasado muchos años actuando como racionales y es hora de ser más sensibles o como débiles y es tiempo de sacar la fortaleza que vino con nosotros. Todo está dentro nuestro. No hay que inventarlo, sino que podemos destaparlo, permitirle expresarse, liberarlo. Siendo cierto que crece el aspecto adonde ponemos nuestra atención, será necesario entonces sacarle energía a lo que hemos desarrollado hasta el hartazgo para ir haciendo crecer amorosa y pacientemente otras facetas.
Se dice que el alma es un diamante. Espero que este cuento te anime a descubrirlo: Un hombre le pregunta a los Maestros porqué dicen que somos todos iguales si todos nos diferenciamos por nuestras virtudes, el temperamento, el dinero, los derechos, la capacidad, el talento, la inteligencia y así hasta el infinito.... Esto es lo que le respondieron los Maestros:
"Es comos si dentro de cada persona se pudiera encontrar un gran diamante. Imaginemos un diamante de un palmo de longitud. Ese diamante tiene mil facetas, pero todas están cubiertas de polvo y brea. La misión de cada alma es limpiar cada una de esas facetas hasta que la superficie esté brillante y pueda reflejar un arco iris de colores. Ahora bien, algunos han limpiado muchas facetas y relucen con intensidad. Otros solo han logrado limpiar unas pocas, que no brillan tanto. Sin embargo, debajo del polvo, cada persona posee en su pecho un luminoso diamante, con mil facetas refulgientes. El diamante es perfecto, sin un defecto. La única diferencia entre las diferentes personas es el número de facetas que ha limpiado. Pero cada diamante es el mismo y cada uno es perfecto. Y TODOS LOS DIAMANTES SON PERFECTOS”. ¡Brillá!
domingo, 16 de marzo de 2008
¿Qué aspectos tuyos iluminás?
Publicado por Laura Foletto en 20:27
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