En algún momento
de mi vida, temprano, me di cuenta de cómo me molestaba que tomaran algún rasgo
de mi personalidad o cierto acontecimiento particularmente vergonzoso para
restregármelo para siempre. Ahora no es tan común, pero antes era normal
que te recordaran eternamente la vez que te caíste, dijiste algo inconveniente
o te mostraste vulnerable.
Lo que más me
irritaba era que tomaran ciertas formas “no socialmente aceptadas” como lo
único que yo era. En esto estaba incluido que fuera agresiva, rara,
lectora voraz, super-informada, media salvaje, que pensara distinto.
Tengo una personalidad muy dual, así que, como puedo ser un extremo, también
puedo ser el otro. Esto fue un castigo durante bastante tiempo, porque
tenía dos polaridades peleándose todo el tiempo. Hasta que un profesor de
cuando estudiaba Terapia de Integración Cuerpo-Mente lo notó y me dijo que eso
era algo extraordinario. Lo miré sorprendida y le pregunté que tenía de
bueno. Él me contestó que eso me daba una gran flexibilidad, que me
permitía ver todos los puntos de vista y de acción, que podía transitar por
distintas gradaciones, a mi manera. El tema simplemente era aceptarlo
y usar el aspecto que más me convenía en cada momento. Fue revelador y
sanador.
Entonces, comencé
a observar cómo todos, de una manera u otra, estábamos atravesados por estas
“etiquetas” que nosotros u otros nos habían puesto. Era como circular
con rótulos en la frente: yo soy bueno, yo soy peleador, yo soy alcohólico, yo
soy divertido, yo soy pobre, yo soy una víctima. Una especie de condena
eterna, tanto si era positiva como negativa, porque nos encerraba en esa
conducta, sin oportunidad de experimentar lo contrario.
En algo que es
muy notorio, pero no tan obvio, es en las personas rotuladas como buenas o
generosas o sacrificadas. Muchas terminan siendo “buenudas”, utilizadas
por los demás, agotadas con los problemas que todos le cargan. Como no
pueden ser “malas”, no han aprendido a poner límites, a respetarse, a hacer lo
que quieren sino lo que deben. En el momento que escribo esto en un bar,
detrás de mí, un hombre le reclama a una mujer que lo ha tratado siempre como
si tuviera diez años, que no se ha dado cuenta de que ha crecido y que tiene
ideas propias y que todavía quiere manejarlo como si fuera un tonto. Esto
es muy común en las mujeres con sus maridos, a los que tratan como niños que no
pueden hacerse cargo de las emociones y de las relaciones, así que los
“protegen” haciéndose dueñas y señoras de la vida afectiva de la familia.
Lo que
llamamos Yo, el Ego, es una colección de aspectos, que van de un extremo al
otro del espectro de potencialidades expresivas, vivenciales y creativas. Por supuesto, en cada encarnación
jugamos con ciertas facetas más que con otras. Así, podemos ser
generalmente de una manera, pero no con todos ni siempre (en la dualidad, el
100% es imposible). La otra forma también está presente, pero no está
activada, así que es como si no estuviera.
¿Para qué
trabajamos con la dualidad? Este es un proceso de aprendizaje a través de la oscuridad.
Si alguien es soberbio, seguramente se siente inferior, así que deberá
conectarse con esa devaluación de sí mismo y promover su autoestima. O
sea que no es un defecto o algo a avergonzarse u ocultar sino algo que le permite
sacar su luz, movilizar su potencial. La mayoría opta por rechazarlo y
proyectarlo en otros, así pierde partes de sí mismo y la oportunidad de
evolucionar.
En estos
tiempos de Nueva Energía, estamos yendo hacia la Unidad. Esto implica reclamar todos
nuestros aspectos (esos que proyectamos en otros), traerlos de regreso hacia
nosotros y brillar como diamantes, porque cuantas más facetas contengamos, más
luminosos somos. Aceptarnos en nuestra multitud de posibilidades nos
lleva hacia la paz de ser nosotros mismos. Entonces, podremos decidir
usar uno u otro atributo frente a cada circunstancia. En lugar de ser
y hacer siempre lo mismo, actuaremos espontáneamente de acuerdo al aquí y
ahora, en conexión simple y amable con nuestro Ser.
4 comentarios:
como decía Walt Whitman "Soy grande, contengo multitudes". Un abrazo espontáneo!
¡Tal cual, Sonia! Me encanta Whitman... Otro abrazo desde aquí.
Ami me pasaba lo mismo, me gusta el enfoque que le das a cada post. Un besito y bendiciones.
¡Gracias, Inma! Debemos estar "enfocadas" parecido... :-)
Besos.
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