“La mejora personal es un camino al infierno.
Todos los esfuerzos por hacer algo de ti mismo, algo parecido a un ideal, van a
crear cada vez más locura. Los ideales son los cimientos de toda locura, y la
humanidad entera está neurótica debido a demasiados ideales. Los animales no
están neuróticos porque carecen de ideales. Los árboles no están neuróticos
porque no tienen ningún ideal. No intentan convertirse en otro. Simplemente
disfrutan de lo que son. Así que tú eres tú.
Pero en alguna parte de tu interior quieres
convertirte en Buda o en Jesús, y entonces completas un círculo que será
interminable. Tienes que ver la cuestión: tú eres tú. Y la totalidad, o
existencia, quiere que seas tú. Por ese motivo la existencia te ha creado, de
lo contrario habría creado a un modelo mejor. Quería que estuvieras aquí en
este momento. No quería que Jesús estuviera aquí en lugar de ti. Y la
existencia sabe más. El todo siempre sabe más que la parte. Así que acéptate.
Si puedes aceptarte, habrás aprendido el mayor secreto de la vida, y entonces
todo encaja. Sé tú.
No hay necesidad de erguirte más; no hay
necesidad de que tengas una altura diferente de la que ya tienes. No hay
necesidad de tener otra cara. Simplemente sé cómo eres y, al aceptarte desde lo
más hondo, el florecimiento tiene lugar y pasas a convertirte cada vez más en
ti. En cuanto abandonas la idea de convertirte en otra persona, desaparece la
tensión. Estás aquí, luminoso, en este momento. Y no hay otra cosa que hacer
que celebrar y disfrutar.”
Estas palabras de Osho resuenan con el
anterior Boletín “¿Eres libre, sin rótulos?”.
Sólo cuando podemos aceptarnos en todos los aspectos que nos habitan,
comenzamos a descubrir la maravilla que hemos diseñado. Sí, no somos un material deficiente, a medio
terminar, que cayó en este lugar y en este tiempo por casualidad. Hemos construido un muñeco perfecto, en sus
luces y sombras, para lo que queríamos experimentar en esta encarnación.
La idealización se construyó en la infancia,
como consecuencia de no recibir suficiente reconocimiento, apoyo, amor,
valoración, sustento material, independencia, lo que sea. Así, soñamos un ideal de nosotros mismos, el
cual una vez alcanzado, logrará todo eso de los demás. Tarea inútil si las hay, porque lo que
buscamos afuera está adentro: sólo nosotros podemos darnos lo que necesitamos;
es el juego.
Al conocernos y replantearnos cada faceta,
revelamos tesoros ocultos que nos llenan de plenitud y sentido. Creemos que nos cuestan más los aspectos
oscuros, pero en realidad son los luminosos los que no aceptamos poseer: la
alegría, la abundancia, la creatividad, la prosperidad, la felicidad, la
sabiduría, la belleza, el optimismo, la serenidad, el poder, el amor.
Nos rotulamos desde el sufrimiento y el
esfuerzo por ser y nos olvidamos que ya somos, que se trata de develar los juegos
de espejos infinitos que nos propone esta ilusión en la Tierra, de abrirnos
como una flor al sol. Al fin, somos Luz
y Amor, otra faceta resplandeciente de Dios/Diosa.
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