“A pesar del desarrollo económico de las naciones y de la tecnología cada vez más moderna, el drama humano sigue manifestándose en las carencias afectivas que compartimos unos y otros. Los niños que hemos sido hemos sufrido desamparos y necesidades no satisfechas de todo tipo. Los adultos que hoy hemos devenido seguimos cargando con frustraciones, rabias contenidas y necesidades que invisiblemente se han acrecentado en lugar de apaciguarse. Por lo tanto, los niños que hoy estamos procreando y criando llegan al mundo con padres incapaces de prodigarles la permanencia afectiva y la entrega absoluta que ellos requieren, simplemente porque entramos en competencia desde el hambre emocional. Grandes y pequeños estamos carentes, peleándonos por un trozo de mirada, de reconocimiento o de cariño que finalmente nos proteja.
Abordar la realidad de los niños pequeños hoy en día sería más realista si reconocemos quiénes somos sus padres, maestros y adultos en general, supuestamente responsables de su crianza y educación. Si pensamos con sinceridad y nos miramos tal cual somos, quizás logremos comprender porqué a los niños les pasa lo que les pasa, porqué están “tan terribles”, porqué son “demandantes”, porqué “se enferman”, porqué “no prestan atención”, porqué “no respetan a sus mayores” o porqué abandonan la escuela o se drogan o no comen o se escapan o tienen sexo sin protegerse.
Cuando un niño no es alimentado emocionalmente en la infancia, proviniendo de cualquiera de estas familias descriptas con anterioridad o algunas de sus variantes, se va a convertir necesariamente en un joven necesitado, desesperado, ávido, feroz o adicto. Es decir, va a encontrar alguna manera desplazada de intentar obtener lo que no obtuvo durante su infancia. ¿Lo va a lograr? Claro que no. ¿Por qué? Porque no sabe qué es lo que no obtuvo y lo que necesita originalmente. Va a prestar atención sólo a las manifestaciones desplazadas y va a frustrarse una y otra vez. ¿Por qué? Porque no importa con cuánta comida se atosigue, cuánto droga lo calme, cuánta agresión drene o cuántas pastillas lo duerman: nunca va a obtener cuidados maternales.
No sabe lo que necesita, por lo tanto no lo puede pedir, no lo puede incorporar y no se lo puede procurar a sí mismo tampoco. Todo lo que haga va a ser la consecuencia de una gran equivocación. Por eso, nunca va a terminar de estar satisfecho, toda droga va a requerir más dosis. Toda relación dependiente lo va a arrojar a nuevas relaciones cada vez más destructivas. Toda dieta lo va a arrojar a un circuito de restricciones. Todo acceso al alcohol lo va a dejar más prisionero de sus borracheras. Y toda distancia emocional lo va a colocar cada vez más lejos en su propio desierto.
Somos tantos los individuos que provenimos de diversas historias de carencia emocional en la infancia que da vértigo. Sin embargo, no es ése el verdadero problema. A mi juicio, el gran drama es que somos una masa crítica de seres humanos que no lo sabemos y que seguimos procreando hijos creyendo que los amaremos y que eso será suficiente. Resulta que no. Que el amor puede estar presente como idea personal y colectiva. Pero amar concretamente a los hijos todos los días y todas las noches requiere comprender las contradicciones profundas que sentimos cuando nuestros hijos pequeños nos demandan atención, presencia, conexión y amparo.
Hoy, leí este maravilloso fragmento del libro de Laura Gutman “La revolución de las madres”. Siendo el Día Internacional de la Mujer, me pregunté adónde está lo femenino. No como género, sino como energía femenina, presente tanto en las mujeres como en los hombres.
Gutman dice, antes de estos párrafos, “nuestro lado de bióloga marina, de psicóloga o de maestra necesita disolverse para fusionar con el niño pequeño. Pero, apenas sentimos que se disuelve el personaje que nos ampara, entramos en pánico. Entonces, defendemos a rajatabla esos lugares de identidad, ergo, damos prioridad a nuestro lugar en el mundo en detrimento de la fusión con el mundo emocional del niño pequeño. Así es como los niños quedan emocionalmente abandonados”.
Algunos me escribieron conmovidos por el TIP “Sanando el Niño Interno divinamente” pero siempre me cuestiono si realmente lo ponemos en práctica. Es lindo leer, es gratificante, emotivo. Es genial engancharse de afirmaciones, leyes de atracción y controles mentales. Es magnífico tener, ser parte de este mundo consumista (que se está cayendo a pedazos), escudarse detrás de la excusa de las “necesidades económicas” o “el estatus” (no importa el bando social al que se pertenezca) para no ir hacia adentro y hacer frente al vacío, a las heridas, al abandono.
Tu Niño Interno sigue reclamándote. Continúa esperando esa suave, dulce, contenedora energía femenina que lo ampare y le enseñe a crecer alegre y amorosamente. Te lo aseguro: no es tan complicado ni difícil como lo imaginas. Pero, es necesario hacerlo.
No sé si es un mensaje adecuado para el Día de la Mujer. Seas mujer u hombre, joven adulto o anciano, creo que todos necesitamos abrir el corazón y sostenernos en un tierno abrazo que nos una en el calor del amor, que jamás es tonto o inconciente o débil. El verdadero amor es sabio, poderoso, armonioso, incondicional, presente. Y está en ti, porque tú eres Amor.
lunes, 9 de marzo de 2009
No sé si es el mensaje adecuado para el Día de la Mujer
Publicado por Laura Foletto en 14:28
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