Hoy, fui al Centro Cultural Recoleta con una amiga. Me interesaba ver una ¿instalación? de Ernesto Ballesteros llamada “Astronomía del interior”. Fue impactante.
En la más total oscuridad, se veían fotografías impresas de gran tamaño, que parecían el resultado de largas exposiciones a fuentes de luz en movimiento. Así como las galaxias aparecen en el medio de la noche del universo, asombrándonos con sus luces, formas, movimientos y colores, así también en nuestro interior nos podemos topar con formaciones de intensa y profunda belleza.
Lo que más me sorprendió fue la reacción de la gente. Algunos, al darse cuenta de la oscuridad, retrocedían y se iban. Otros, directamente se asustaban y ni siquiera entraban. Otros daban una vuelta y se marchaban.
A mí me estimuló esa sensación extraña de avanzar sin ver nada, sin saber si había paredes o adónde estaban las fotos. Era una mezcla excitante de temor y entusiasmo. Descubrí que había una conexión de una sala a la otra que no se percibía al entrar y adonde había otra fotografía. Mi amiga se quiso ir y nos marchamos.
Pero yo me quedé con la idea de que en un diario había visto otra fotografía más, que no había encontrado, así que volví. Tanteando las paredes con las manos, localicé otra salita en donde estaba la pequeña fotografía. Me quedé de espaldas a ella, rodeada por la oscuridad y me sentí extrañamente envuelta y protegida por ella. Al girar y ver la fotografía, su luz roja me sorprendió con su belleza y, a la vez, me sacó de esa sensación. Fascinante.
Luego, leí en otro diario que, en la inauguración, la gente discutía acerca de cuántas fotografías había. El crítico comentaba que, si uno recorre la muestra sin un espíritu curioso, se perderá algunas… como en la vida.
domingo, 29 de marzo de 2009
Astronomía del interior
Publicado por Laura Foletto en 22:48
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