En el mundo globalizado que vivimos, estoy segura que esta palabrita es una de las más usadas en tu entorno, refiriéndose tanto a tu ciudad como a tu país y al contexto general, tanto a lo económico como a lo social, tanto a lo personal como a lo comunitario. Es un concepto omnipresente y, lamentablemente, cargado de miedos y fantasías apocalípticas.
Pero, ¿a qué se están refiriendo? ¿Se cayó el cielo o la bolsa de valores? Me parece que la última. Por lo menos por mi casa, el cielo sigue azul o lleno de estrellas, la tierra continúa dando sus frutos y el sol me da la bienvenida cada día. ¿Se está cayendo el sistema o el mundo? Creo que el primero. Este sistema ha manifestado un mundo injusto, desequilibrado y feroz, pero… ¿no será parte del proceso y la oportunidad de recrear otro?
Durante siglos, hemos dejado nuestro poder en manos de instituciones. Ellas (llámese gobierno, iglesia, jueces, gurúes de cualquier tipo, etc.) han pervertido su rol de liderar y coordinar los energías individuales en pos de acumular poder y dinero. Así, cada uno de nosotros es adoctrinado desde que nace con la idea de que no es nadie, que es totalmente dependiente de factores externos para su desarrollo (padres, cultura, dinero, clase social, lugar de residencia, política, creencias, acontecimientos, y muchos etcéteras) y que debe luchar y esforzarse para alcanzar un cierto estatus que lo librará de la infelicidad y el vacío (o, si está fuera de cierto rango, lo hará a través de medios ilícitos o de la caridad de otros, a riesgo de permanecer un paria).
Hemos perdido toda guía interna. Confusos y desorientados, caemos en los encantamientos que nos venden o en los terrores que nos inculcan. Todos tienen sus intereses, claros o encubiertos: las grandes compañías crediticias o productivas, los medios (¿o miedos?) de comunicación, las iglesias, los gobiernos, etc. Incluso en lo alternativo, hay voces apocalípticas y autoritarias.
Un tema en que se ve notoriamente este esquema es en el de la “inseguridad”. Aquí, en Argentina, es de lo único que se habla. Tradicionalmente usado por la derecha para acceder o perpetuarse en el poder (Bush es un ejemplo cercano; los militares en Latinoamérica hasta hace poco), ahora es un enfoque usado por todos. El resultado: miedo extendido, gente encerrada, pedidos de “mano dura” o directamente pena de muerte, más confusión y… “a río revuelto, ganancia de pescadores”.
¿Qué está pasando en realidad? ¿Y de cuál realidad hablamos? Estamos en una ilusión colectiva y es absolutamente maravillosa: le da a cada uno lo que cree. A eso se refiere la Ley de Atracción. Si pienso que el mundo es inseguro, que cualquiera puede ser robado o asesinado, que dependo de la policía (o de artilugios varios) para protegerme, estaré pendiente de los noticieros, de lo que la gente cuenta, de cualquiera que me parezca sospechoso (y lo serán todos), me quedaré en casa… y finalmente seré asaltado… porque estoy vibrando en esa frecuencia. O porque creo inconcientemente que me lo merezco o que soy una ficha en el sorteo de la vida o que soy una víctima o que necesito validación para mi sistema de creencias o… (te invito a poner tu propia excusa).
¿Qué sucede cuando una zona, una ciudad, un país, un mundo están vibrando en el miedo, la carencia, la irresponsabilidad, la búsqueda de placeres inmediatos, la acumulación de todo tipo, la ansiedad por el futuro, el apego a lo material, la adrenalina emocional, el vacío existencial? Lo que estás observando.
Pero, ¿a qué se están refiriendo? ¿Se cayó el cielo o la bolsa de valores? Me parece que la última. Por lo menos por mi casa, el cielo sigue azul o lleno de estrellas, la tierra continúa dando sus frutos y el sol me da la bienvenida cada día. ¿Se está cayendo el sistema o el mundo? Creo que el primero. Este sistema ha manifestado un mundo injusto, desequilibrado y feroz, pero… ¿no será parte del proceso y la oportunidad de recrear otro?
Durante siglos, hemos dejado nuestro poder en manos de instituciones. Ellas (llámese gobierno, iglesia, jueces, gurúes de cualquier tipo, etc.) han pervertido su rol de liderar y coordinar los energías individuales en pos de acumular poder y dinero. Así, cada uno de nosotros es adoctrinado desde que nace con la idea de que no es nadie, que es totalmente dependiente de factores externos para su desarrollo (padres, cultura, dinero, clase social, lugar de residencia, política, creencias, acontecimientos, y muchos etcéteras) y que debe luchar y esforzarse para alcanzar un cierto estatus que lo librará de la infelicidad y el vacío (o, si está fuera de cierto rango, lo hará a través de medios ilícitos o de la caridad de otros, a riesgo de permanecer un paria).
Hemos perdido toda guía interna. Confusos y desorientados, caemos en los encantamientos que nos venden o en los terrores que nos inculcan. Todos tienen sus intereses, claros o encubiertos: las grandes compañías crediticias o productivas, los medios (¿o miedos?) de comunicación, las iglesias, los gobiernos, etc. Incluso en lo alternativo, hay voces apocalípticas y autoritarias.
Un tema en que se ve notoriamente este esquema es en el de la “inseguridad”. Aquí, en Argentina, es de lo único que se habla. Tradicionalmente usado por la derecha para acceder o perpetuarse en el poder (Bush es un ejemplo cercano; los militares en Latinoamérica hasta hace poco), ahora es un enfoque usado por todos. El resultado: miedo extendido, gente encerrada, pedidos de “mano dura” o directamente pena de muerte, más confusión y… “a río revuelto, ganancia de pescadores”.
¿Qué está pasando en realidad? ¿Y de cuál realidad hablamos? Estamos en una ilusión colectiva y es absolutamente maravillosa: le da a cada uno lo que cree. A eso se refiere la Ley de Atracción. Si pienso que el mundo es inseguro, que cualquiera puede ser robado o asesinado, que dependo de la policía (o de artilugios varios) para protegerme, estaré pendiente de los noticieros, de lo que la gente cuenta, de cualquiera que me parezca sospechoso (y lo serán todos), me quedaré en casa… y finalmente seré asaltado… porque estoy vibrando en esa frecuencia. O porque creo inconcientemente que me lo merezco o que soy una ficha en el sorteo de la vida o que soy una víctima o que necesito validación para mi sistema de creencias o… (te invito a poner tu propia excusa).
¿Qué sucede cuando una zona, una ciudad, un país, un mundo están vibrando en el miedo, la carencia, la irresponsabilidad, la búsqueda de placeres inmediatos, la acumulación de todo tipo, la ansiedad por el futuro, el apego a lo material, la adrenalina emocional, el vacío existencial? Lo que estás observando.
¿Es esa la única realidad? No. Yo, por comenzar, vivo en otra. Una en la cual yo creo y creo, porque para crear hay que creer. Hay muchísimos como yo. Y estamos soñando, visualizando, concretando, disfrutando de una realidad llena de significado y profundidad, sencillez y fluidez, armonía y fuerza, alegría y paz, amor y creatividad.
¿Cómo lo logras? Focalizándote en tu interior, reclamando tu poder, clarificando tus metas, abriéndote a las sincronicidades, dejando que tu corazón te guíe, conectándote con la Fuente. ¿Es fácil o es difícil? Es todo. No importa. En el fondo, nada importa más que la divina simplicidad de este instante sagrado, en que comprendes que eres un ser espiritual creando situaciones para experimentar, en este cuerpo increíble, la multiplicidad de la Unidad. ¿Qué estás creando?
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