La semana pasada, un integrante de la comunidad vino de Rosario a Buenos Aires a hacer un curso y me pidió una sesión para tratar un tema que le preocupaba. Rápidamente, me di cuenta de que tenía mucha información y conciencia acerca de sus impedimentos, pero todo era mental. Es más, su energía no estaba enraizada. Después de un intenso trabajo corporal y energético, pudo bajarla y, por primera vez, sentirse integrado y completo.
Muchas personas tienen este tipo de personalidad. Yo, para comenzar. Una de las cosas que me di cuenta cuando comencé a estudiar Integración Cuerpo-Mente-Espíritu era que mi energía estaba “escorada”: salida unos cuantos centímetros de mi cuerpo hacia la derecha (creo, hace tanto que no recuerdo bien). Mi camino hacia la total encarnación fue acompañado por la necesidad de ayudar a otros a lograrlo y/o a concretar sus aprendizajes.
En general, quienes son así viven en su burbuja mental o espiritual y toman al cuerpo como algo pesado y difícil de sobrellevar, al igual que el mundo material en el que están. Así, se manejan a través de la voluntad o se fabrican universos artificiales (a veces, por medio de las drogas) o se aíslan.
Es complicado funcionar en una realidad que persigue objetivos materiales a través de la lucha y trata al cuerpo como una máquina y/o una imagen cuando no se está conectado con esos parámetros. La mayoría de estas personas privilegian la mente, lo abstracto, la imaginación, la espiritualidad, la fantasía. Hipersensibles a todo lo que los rodea, se sienten raros y rechazados o atacados por sus ideas, lo que hace que se bloqueen más aún.
En este mundo de la Nueva Era, hay muchos así. Lectores voraces, habitués de cuanto curso hay, fanáticos de los gurúes de moda, expertos en decenas de técnicas, dueños de una teoría impecable… con poca o nula práctica en sus vidas cotidianas. Saben todo de la Nueva Energía pero aplican la Vieja en sus decisiones y acciones. En algún momento, la búsqueda externa deberá finalizar y será necesario profundizar hacia adentro, hacia el aprendizaje que traen como potencial, como deber, como derecho divino.
Antes, quizás podían refugiarse en sus meditaciones, en sus estudios, en grupos cerrados que funcionaban como resguardos. Ahora, está resultando más difícil porque lo que se nos pide es arraigarnos a la Tierra, bajar el Espíritu al Cuerpo. Y, paradójicamente, quienes primero lo haremos somos nosotros, los raros….
Justamente, traemos esta personalidad como pioneros del cambio y no vamos a sentirnos plenos ni seremos exitosos hasta que lo logremos. ¿Por qué es así? Esos sueños descabellados, esos deseos ardientes de que la sociedad sea de otra forma, esos dones artísticos o espirituales, esa rebeldía innata, esa nostalgia del Hogar han sido puestos aquí adentro no para que sigan siendo ilusiones sino para llevarlos afuera, para hacerlos realidad, para encarnarlos, para compartirlos.
Esa vida que se rechaza es la vida que se ha diseñado como oportunidad de creación y expansión. El cuerpo, ese gran negado, es la clave. Habitarlo, acostumbrarlo a que soporte el dolor y el placer, bajarle la hipersensibilidad reactiva, aceptarlo, disfrutarlo, amarlo. Respirar, oler, degustar, tocar y dejarse tocar, sentir, bailar, expresarse, aquietarse, bendecir la existencia en cada instante en este precioso planeta azul… Te acompaño.
2 comentarios:
Para mi sorpresa estoy plenamente identificada con esta descripción. Para anivelarme me ayudaría la quiropráctica? Querría estar más enraizada pero sin perder las cualidades que esta personificación implica (espiritualidad,…). Abrazos. Melania
Te contesto en el próximo TIP, Melania. Gracias por la pregunta. Besos.
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