sábado, 3 de diciembre de 2011

El humor de mi papá

Mi padre me sorprende cada día más. Después del fallecimiento de mi hermano y de mi madre, se comenzó a deprimir en su casa. Tuvo una gripe complicada y no quería estar solo, así que lo interné en un geriátrico pequeño muy cerca por un mes. Decidió quedarse allí. Voy una vez por semana y lo llevo a su casa. Hacemos las compras juntos, charla con los vecinos en el camino, cocino (come más que yo, de todo, con ganas), conversamos, a veces vamos a comer afuera, se entretiene.

Mientras caminamos, alaba cada flor, la arboleda verde, los pájaros, se llena de entusiasmo por la vida… a sus casi 90 años. Ha tenido un temperamento fuertemente agresivo (que ha originado peleas intensas en mi juventud), ahora mitigado por los años (y mis límites oportunos). A pesar de eso, es muy cariñoso y dulce, generoso y cero culposo. Posee un sentido del humor particular, que me hace reír en medio de la nada.


Cada vez que pido un taxi para llevarlo de vuelta, se le ocurre ir al baño. Un día, le recrimino que hace esto cuando está a solo cinco minutos, y sale diciendo graciosamente: “¡Ay, Foletto, qué hija brava te echaste!”. Lo hago caminar bastante para que se mantenga fuerte. Nos sentamos en un tronco puesto como un banco para descansar y se levanta de golpe: “Los huesos quieren quedarse, pero hay que seguir…”. Saluda a una vecina y después se sonríe: “Debe pensar: todavía no se murió el viejo éste!”. Espero que tus huesos sigan un tiempo más, papá…

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