Ayer, fui con unas amigas a escuchar poemas y música en los jardines del Museo Larreta. Un poeta reflexionaba acerca de un alerce de 3.500 años, que, cuando Colón vino a América, ya tenía 3.000 años. Cuando Lao Tse escribió, tenía 2.000. Pasaron los gobernantes y los poetas y el alerce sigue observando la historia desde su sabiduría.
Me impactó esto. En principio, porque a mí también me impresiona el tiempo. Adoro descubrir la novela de una persona o de una nación a través de los años… y las sorpresas que suceden. Me gusta la madurez, la experiencia tanto como la inmediatez eterna del presente.
Por otro lado, en sí mismo, el árbol es el centinela quieto del tiempo y, a la vez, el protagonista de una historia de intercambio de fluidos, belleza, paciencia y fortaleza. Por eso, me duele en el corazón cuando los talan indiscriminadamente. Siempre, los acaricio con mi mirada (y con mis manos) agradeciéndoles ser mis compañeros desde el inicio de los tiempos.
jueves, 14 de enero de 2010
Amor enraizado
Publicado por Laura Foletto en 14:21
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario