Hace unos días, fui con unas amigas a una Posada y me la pasé en el agua. Adoro sentirla en mi piel, moverme, nadar, estar en el jacuzzi, flotar. Fue increíblemente hermoso deslizarme por la pileta en la noche, rodeada de cientos de lucecitas que adornaban el lugar, sostenida por el agua tibia, mirando las estrellas que resplandecían en el cielo. También, fue muy sanador contemplar la laguna y comunicarme con el agua.
Al otro día, vino una paciente nueva que me cuenta años de esfuerzos y sacrificios para darles a sus hijos las oportunidades y el bienestar que ella pretendía para ellos. Ahora, que ya lo obtuvieron, ella está cansada. Tiene cáncer y dolores en la cintura. Me dice: “quiero flotar”. Le hago un pequeño masaje y la invito a que se suelte, a que libere todo y se deje fluir, como si estuviera en una nube. Se queda extasiada, mientras susurra: “nunca sentí esto”.
¡Qué necesario es saber flotar, confiando en que nuestra alma sabe el camino y que estamos sustentados por el Agua de la Vida!
jueves, 7 de febrero de 2008
Flotando
Publicado por Laura Foletto en 13:38
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