En un reportaje, Eduardo Galeano (“Las venas abiertas de América Latina) dijo al final algo con lo que suscribo totalmente: “La memoria puede ser tu alimento o tu veneno. Puede matarte si es la nostalgia de que todo tiempo pasado fue mejor, porque así aniquila la esperanza, la capacidad de sorpresa, el asombro que es inherente a la Vida. Mañana no es otro nombre de hoy”.
La memoria puede ser útil para las cosas cotidianas (no tengo que recordar cada día cómo abrir un programa en la computadora o qué colectivo tomar para ir a lo de una amiga) o para afirmarme en mis logros y confiar, pero para la mayoría de las demás cosas es perniciosa. No me permite abrirme al misterio que es la Vida en cada momento.
Tampoco creo que sea cierto que debemos recordar las cosas malas para que no las volvamos a repetir (esto lo insisten los políticos y los activistas sociales). Cuando aprendemos algo verdaderamente, con el corazón y la mente, con el cuerpo y el alma, ya está incorporado para siempre, en las células, en la energía. Asunto concluido. La razón por la que seguimos en guerra, asesinando inocentes, hambreando pueblos enteros no es que no recordamos, no es una cuestión de memoria. Es que todavía no aprendimos.
martes, 10 de julio de 2007
Sin memoria, con conciencia
Publicado por Laura Foletto en 17:54
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