Carrocería,
traje, hardware, vehículo, descartable, máquina, envase, impureza… Así llamamos al cuerpo… Así lo rechazamos, lo negamos, lo
despreciamos… Como si fuera poca cosa,
insuficiente, como desecharíamos un planeta o una estrella. ¿Por qué no? ¿No son materia también?
En este afán de “elevarnos”, ya sea a lo mental o a lo espiritual, lo
físico se denigra como algo menor, sucio, prescindible. Casi todas las religiones han
menospreciado el cuerpo como el recipiente indecoroso que contiene lo
importante. En las sociedades modernas,
se lo exhibe como un trofeo, se lo mecaniza para que haga lo que la mente
quiere, se lo anestesia con pastillas para que no moleste. Pocos lo escuchan…
Si
elegimos encarnar (estar en la carne), ¿por qué ese afán por menoscabarla? Eso hacen los “espirituales” mientras los
“materialistas” solo viven en la dimensión de lo concreto sin explorar lo sutil.
Unos y otros no integran, no comprenden que ambos hablan de lo mismo,
que se reflejan. ¿Cómo? Acerca de la conexión cuerpo-mente, he subido
a mi página el libro “Usted puede sanar su vida”, un clásico de Louise
Hay, que brinda un resumen muy claro en sus páginas finales. En cuanto a la conexión energética, escribiré
en el blog en esta semana.
Nuestro
cuerpo no es una casualidad, el buen o mal resultado aleatorio de los genes de
mamá y papá. Revela nuestra personalidad
(por eso, un entendido puede “leerla” al observarlo) y nos da claves constantes
acerca de lo que hemos vivido, lo que estamos experimentando y los miedos del
futuro. El cuerpo habla.
Vivir una
espiritualidad desconectada de lo físico, meditar para escapar de los desafíos,
obsesionarse con la alimentación o la salud, tratar de vivir fuera de la
realidad, son estrategias inútiles porque lo que vinimos a experimentar, a
aprender, a crear pasa por el cuerpo necesariamente. No hay una existencia de tercera dimensión,
material y prescindible, sin significado ni propósito: ella muestra y encarna la espiritualidad que hemos elegido probar.
Nos
encanta leer sobre desarrollo personal y apreciamos las historias de personas
valerosas pero, cuando nos sucede a nosotros, queremos escapar y le echamos la
culpa a alguien en lugar de apreciarlo como la oportunidad de evolucionar. Tal vez porque hemos abusado de aprender a
través del sufrimiento. Creo que estamos en tiempos de aprender por
medio de la conciencia. ¿Y si nuestra
misión ahora consistiera en ser felices?
¿En amar y ser amados, en desplegar alegría, en convertirnos en sabios,
en disfrutar de estar en este maravilloso planeta-hogar? El cuerpo es tu amigo en ese proceso y está
acomodándose para contener más energía. Acéptalo, ayúdalo, mímalo, honra tu
elección, escúchalo. Te lo compensará
con creces.
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