Una consultante me
comenta que no puede dormir cuando su hija sale a la noche por la inquietud de
lo que le puede pasar. Una conocida habla largamente de las desgracias
del mundo, con una actitud compungida y casi desesperada. Una amiga llora por la
muerte de un pariente, diciendo que no aguantaría si a ella si le ocurriera lo
mismo. ¿Qué sucede cuando sufrimos por los demás?
En principio, existe
una actitud de reflejo, como la de mi amiga. Conscientemente o no,
nos ponemos en la posición del otro y nos compadecemos porque sentimos lo que
él siente (o lo imaginamos, porque quizás sienta otra cosa). Esto es lo
que nos hace humanos, capaces de empatizar y colaborar. Pero, ¿qué pasa
cuando esto se desborda y constantemente estamos alarmados y acongojados?
Tendemos a creer
que nuestro sufrimiento ayuda, que nuestra preocupación favorece, que nuestro
desasosiego es útil. La verdad es que no lo es. También pensamos
que nuestra energía (no solo la de acción sino la emocional, intelectual,
espiritual) queda atrapada en nuestra propia burbuja. Nos suponemos a
nosotros mismos como seres aislados, que solo intercambian palabras o
actividades puntuales y ahí se termina.
Estamos
conectados con el Universo.
La famosa frase “Todo es Uno” no es una bella abstracción de los libros
sagrados: es una realidad. Todo es energía de una forma u otra y fluye
e influye. Cuando una persona sufre y tú sufres con ella, tu energía
se suma a la de ella y la cargas con más sufrimiento. Cuando te quejas
acerca de algo, lo refuerzas. Cuando imaginas un panorama desolador, estás
apoyando a que se realice. Nada permanece en tu esfera ni es neutral: estás
fortaleciendo lo que más temes o sufres.
Otra teoría (que no
ponemos en práctica) es que somos creadores. Leemos mucho acerca de ello
y en general lo hacemos desde el punto de vista personal: lo que podríamos
cambiar de nuestro propio mundito. No tomamos en cuenta que no existe tal
mundito separado, sino que está en conexión con el Todo y minimizamos nuestra
contribución por considerarla poca o inútil frente al tamaño de semejante caos.
Así, continuamos haciendo lo de siempre, sumándonos a ese caos. No
hay energía insignificante ni infecunda.
Entonces, ¿qué
puedes hacer?
-
Comienza
por dejar de proyectar, de poner en los demás lo que es tuyo. Hazte responsable de tus
pensamientos, de tus emociones, de tus actos, de tu vida. Acompaña al
otro animándolo, alentándolo a sacar lo mejor de sí, confiando en él,
enviándole luz, claridad, amor.
-
Deja
de victimizar y victimizarte.
Estoy notando una creciente corriente de “protección” de grupos, enfermedades,
condiciones, etc. desde el punto de vista de que son desamparadas víctimas del
destino que es necesario llenar de prebendas y defensas (así pronto la mayoría
de la población estará dentro de alguna categoría para “pobrecitear”).
Teniendo en cuenta que elegimos lo que venimos a vivir y que nadie en la Tierra
es un ángel puro libre de desafíos, flaco favor les estamos haciendo al no
empoderarlos, brindándoles recursos para que puedan demostrarse su propio valía
y potencia.
-
Valora
tu contribución.
Estamos en tiempos magníficos, en los que es necesario concientizar que este es
un juego que cambia de acuerdo a los jugadores. Son tiempos de evolución,
no de revolución. Cuando veas algo que no te gusta, enmárcalo dentro de
la Unidad, no de la separación fatalista. No está fuera de ti, reconócelo
como una parte tuya que necesita comprensión y amor. Cuando veas la Oscuridad,
no te asustes ni te deprimas, comprende que es falta o ignorancia de Luz.
Tómala, llévala a ese lugar sagrado dentro de ti e ilumínala, para que pueda/s
evolucionar hacia mejores espacios. Puedes asistir a la sanación
instantánea de la Humanidad aquí y ahora, no solo en lo social sino también con
la Naturaleza (terremotos, inundaciones, etc.). ¡Es maravilloso!
-
Admite
tu transformación.
Estoy observando que estamos integrando todos nuestros aspectos, esos que
rechazamos y/o proyectamos, esos llenos de oscuridad y negación. Aparecen
como fantasmas del pasado o como vengadores del futuro, llenándonos de
frustración y confusión. Muchas veces, solo necesitan aceptación, perdón
y sanación.
-
No
estás solo ni aislado.
Eres parte de Todo Lo Que Es. Tu energía fluye, dando y recibiendo,
transmutando y transmutándose. Habita tu cuerpo, resignifica tu aporte, ámate y
ama, eres guiado y protegido, eres magnífico.
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