En mi trabajo con
consultantes, observo cómo muchos de sus problemas tienen que ver con la
normalización de presunciones que son equivocadas y, peor, dañinas.
La mayoría de
ellas son producto del reinado del Ego en la sociedad. Abiertamente, el
Espíritu ya no dirige ni inspira ninguna vida ni emprendimiento. Todo lo que somos y hacemos está impulsado
por intereses materiales. La vida en sí es entonces un drama existencial
sin sustancia y/o una superficialidad consumista. Lo que nos sucede es
una serie de repeticiones incomprensibles y casuales, como si fuésemos hojas en
una tormenta impiadosa. Esta supremacía del Ego sobre el Espíritu, de lo
visible sobre lo invisible, de lo externo sobre lo interno, origina ciertos
supuestos que damos por verdaderos.
Veamos algunos:
·
La vida es acción: como el Ego es un
instrumento del Alma para llevar a cabo sus aprendizajes en este plano, toma
todo como una actividad a realizar, sin buscar la guía ni la motivación
interna. Así, sale a concretar objetivos que le dicta la sociedad; a
tratar de cambiar a los demás o al entorno para sentirse tranquilo y feliz; a
moverse sin sentido o frenéticamente para tapar la frustración y creerse que
así es alguien completo. Con esto, tapa o anula lo que lo hace realmente
único y veraz: su Ser esencial.
·
La vida es lucha: como el Ego está
desconectado de Todo Lo Que Es, percibe el mundo como un lugar peligroso y al
que hay que “sacarle” lo que desea. Los otros son sus enemigos, sus
competidores, tiene que contar con armas para defenderse, debe estar siempre
alerta y en control, exigirse y rendir para subir en el escalafón y que no lo
pasen por encima. Las metáforas son guerreras y conquistadoras.
·
La vida es azar: como el Ego es miope,
sólo ve lo que tiene cerca y no se le ocurre una mirada abarcadora que aprecie
la vida como un diseño sagrado en vista a constituirse en un creador
responsable; por lo tanto, las cosas le “caen”, se “dan”, tiene desgracias o
suerte, hay casualidades, pero nunca son originadas por el poder de libre
elección que cada uno posee.
·
La vida es dualidad: como el Ego se va de
un extremo al otro, no puede considerar las paradojas (cuanto más damos,
más tenemos; la rigidez y el autoritarismo son signos de debilidad; cuando te
entregas, obtienes lo que buscas) ni la trialidad (ni una punta ni la otra ni
el medio: una tercera posición por encima, que engloba todo en una síntesis
sagrada).
·
La vida es sufrimiento: como el Ego no
comprende que los sucesos están motivados por lecciones internas, se aferra al
dolor causado por su ignorancia y lo perpetúa incesantemente, en lugar de
evolucionar y liberar.
Esta forma de
aprendizaje, a través del sufrimiento, ha traído innumerables desgracias a la
Humanidad. Hemos llevado a un extremo insoportable esta modalidad,
esta exploración de la oscuridad de la dualidad, esta inmersión en un cuerpo
físico. Nuestro planeta, en esta dimensión, es una grandiosa
oportunidad para crear a través de un cuerpo, algo enormemente desafiante,
complicado, raro… y preciosamente complejo, placentero, variado, hermoso.
Si bien aprender
por la presión del sufrimiento es una forma rápida y eficiente de obtener
conocimiento por medio de la experiencia, la hemos tomado como la única y la
hemos exagerado demasiado. Basta mirar alrededor para constatar que la
mayoría está eligiendo (sin saberlo) llevarse al límite y sufrir callada o
ruidosamente sus aprendizajes. Estamos en otro tiempo, uno lleno de
nuevos recursos y sencillez. La Conciencia es una forma más
creativa, gozosa, plena, integrativa y luminosa de acceder a niveles cada vez
mayores de evolución.
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