Últimamente, estoy observando un cambio en las
relaciones familiares. Muchos pacientes
y conocidos me relatan, bastante extrañados, que ya no se sienten cercanos a
sus familias, que se alejan (generalmente sin peleas, aunque a veces existen) y
que están más a gusto con amigos o con conocidos recientes, incluso con parejas
nuevas que están más acordes con actitudes que están germinando dentro de
ellos.
Yo misma he pasado por esto hace tiempo y también
sentía una cierta confusión. Intuía que tenía que ver con el nuevo
paradigma que estamos atravesando y no con
desamor o asuntos generacionales.
Tanto los jóvenes como los adultos que han transformado su visión tienen
una forma de pensar casi opuesta a lo que la sociedad pregona, pero me parecía
que no se trataba de esto sino de algo más importante.
Hasta
ahora, hemos basado nuestras familias y consecuentes aprendizajes en el karma. A lo largo de decenas de encarnaciones, estos
lazos han terminado constituyendo una pesada cadena, ya que muchos están
fundados en daños mutuos, contratos y obligaciones, que terminan reteniendo la
esencia luminosa del alma.
Muchos pensamos (quizás desde niños) que no
pertenecemos a nuestras familias o ellas nos acusaron de malos o extraños. En realidad, vinimos a soltar las cargas
kármicas y a reconectar con nuestra misión del Alma. Es complicado ser pioneros de una nueva forma
de evolución, pero es tiempo de asumir la tarea. Es
difícil, porque la lealtad que nos han inculcado y los traumas infantiles que
arrastramos nos hace sentir culpables de estas sensaciones cada vez más
crecientes y profundas.
La trampa
habitual en que caemos es creer que cortar de una vez, llenos de enojo y
resentimiento, nos liberará repentinamente. Tarde o temprano, nos damos cuenta de que
debemos reconocer e integrar los
aprendizajes producidos, perdonar a nuestros ancestros y libertar la carga
kármica.
Esto
implica dejar la idealización infantil de considerar a nuestros padres como
figuras de poder y dadores universales de lo que necesitamos (que
luego proyectamos en otros, como cónyuges, jefes, instituciones, etc.). Si los podemos ver como personas, con sus
virtudes y defectos, es más fácil comenzar a trabajar la sanación y el
empoderamiento personal que es imprescindible afrontar.
Esta labor incluye a los hijos, a los amigos, a
cualquiera que tenga una unión fuerte con nosotros. Tenemos la fantasía
inconciente de que una relación kármica nos hará felices y, generalmente, no es
así. Esto se nota mucho con parejas
que se conocen e instantáneamente tiene una conexión “mágica”. La mayoría se desbarranca en la recriminación
y la decepción al poco tiempo, porque no comprenden que esas relaciones traen
el germen de una enseñanza rápida de autoestima, independencia y creatividad
propios. Por el contrario, casi todos se
pegan el uno al otro, proyectándose
mutuamente la ilusión de un mundo perfecto, que en realidad deben construir por
sí mismos.
Debemos
enfrentar la idea equivocada de que los demás vinieron para hacernos felices. Aunque no lo reconocemos, todos lidiamos con
la quimera de que nuestros padres “debieron” ser de determinada forma y que, al
no serlo, nos arruinaron la vida. O que
nuestras parejas “deben” llenarnos de dicha y plenitud. O que nuestros hijos “deben” ser los
portadores de nuestros sueños más escondidos.
Somos los creadores de nuestras
realidades y no sirve delegarlo, porque así es cómo arrastramos las pesadas del
karma existencia tras existencia.
Esto no
supone que tenemos que alejarnos de todos.
Significa que es necesario elaborar la liberación del karma y, sobre
todo, establecer nuevas pautas de relación. Vivimos en relación: con nosotros, con los
demás, con el trabajo, con el dinero, con los
objetos, con la ropa, con la naturaleza, etc. ¿Cómo deseamos
que sea esa conexión? ¿Alegre,
abundante, amorosa, creativa, confiada, próspera, sencilla? Comencemos
por nosotros. Sólo así habilitaremos
que pueda abrirse al otro de esa forma.
Si eso sucede, bien. Si no, nos distanciaremos o, si no es posible, la
transformaremos de manera que sea accesible para ambos. Y atraeremos a otros con quienes podamos
vincularnos desde parámetros más plenos.
Venimos trabajando estos temas desde hace unos
años, pero el 2015 será crucial. Lo
deseemos o no, se producirá igual, con
dramatismo o con conciencia. Entonces, es mejor que nos responsabilicemos
y lo hagamos más fácil. Ahora, hay
recursos simples y una Energía que nos sustenta y guía. Aprovechémoslos y dejemos surgir el potencial
maravilloso que yace en nuestro interior.
Nuestra alma contiene luminosas
facetas que anhelan brillar esplendorosamente en esta hermosa Tierra. Es
tiempo. Te acompaño.
1 comentario:
Pienso que la familia es un regalo que Dios nos da y no podemos simplemente dejarlo a un lado. Compartir con la familia debe ser mas importante que estar pendiente del celular o las redes sociales.
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