“Primero hay que saber sufrir,
después amar, después partir
y, al fin, andar sin pensamientos.
Perfume de naranjo en flor,
promesas vanas de un amor
que se escaparon con el viento.
Después, ¿qué importa del después?
Toda mi vida es el ayer
que me detiene en el pasado.
¡Eterna y vieja juventud,
que me ha dejado acobardado
como un pájaro sin luz!”
después amar, después partir
y, al fin, andar sin pensamientos.
Perfume de naranjo en flor,
promesas vanas de un amor
que se escaparon con el viento.
Después, ¿qué importa del después?
Toda mi vida es el ayer
que me detiene en el pasado.
¡Eterna y vieja juventud,
que me ha dejado acobardado
como un pájaro sin luz!”
Comienza bien y termina mal. “Naranjo en flor” hace un poético resumen de cómo el sufrimiento puede truncar una vida, si no se aprende de él.
En la polaridad placer/sufrimiento, tendemos a aferrarnos al primero y huir del segundo. Sin embargo, lo más probable es que terminemos enganchados de éste porque la cultura ha privilegiado la lucha y el esfuerzo para obtener metas y para aprender. Sin darnos cuenta, valoramos más a alguien que ha pasado por toda clase de vicisitudes terribles, aunque quizás lo único que sabe es lidiar con problemas sin salir de ellos: “Uno busca lleno de esperanzas el camino que los sueños prometieron a sus ansias. Sabe que la lucha es cruel y es mucha, pero lucha y se desangra por la fe que lo empecina”. ¡Basta de tangos!
Sí, es hora de dejarnos de tangos. Sin dudas, el sufrimiento tiene una finalidad. Sería superfluo negarlo, ya que, a través de él, adquirimos profundidad y comprensión. Cada vez que navegamos superficialmente las olas de la vida, carentes de responsabilidad y sentido, es inevitable que nos hundiremos y el sufrimiento nos ayudará a encontrar las insondables corrientes de entendimiento de lo que la Vida es.
También, alcanzamos humildad y compasión. Motivados por el orgullo y la soberbia de creernos omnipotentes, el sufrimiento nos baja de la nube y nos arraiga a nuestra naturaleza humana, para conectarnos con lo divino desde la co-creación.
Todos los defectos del Ego son golpeados por el sufrimiento. Todas las resistencias del Ego para dejar su control son ineludiblemente seguidas de golpes de sufrimiento. Es interesante que, en lugar de comprender que el sufrimiento es la consecuencia de este accionar, pensemos que es la causa. Creemos que el sufrimiento nos hará mejores, pero en realidad sólo nos devastará si no entendemos que está indicando el camino hacia la confianza y la entrega.
Si alguien nos lastima el orgullo al ponernos el dedo en la llaga, nos está mostrando un lugar de falta de merecimiento, necesario para que lo sanemos y reconozcamos nuestro valor. Si, subidos al caballo, vamos más allá de nuestras posibilidades y herimos a los demás, la caída nos sirve para enmendar errores y retomar desde mejores lugares.
El sufrimiento corroe las defensas del Ego y lo pone en su lugar. El problema radica en la idea de que es inevitable y necesario. En cierto sentido lo es… hasta que no lo es… Llega un momento en que comprendemos que tenemos un recurso superior: la conciencia. Cuando sentimos los primeros escozores del dolor, ya podemos darnos cuenta de que allí hay una oportunidad de expandirnos, de dejar atrás situaciones limitantes, de liberar actitudes carentes, de confiar en nuestro potencial, de entregarnos a la guía de nuestra Alma. Al abandonar el sufrimiento como mentor, encontramos la luz de la conciencia como faro en nuestro camino creativo.
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