La mayoría de las veces, cuando observamos comportamientos
muy polarizados, podemos estar seguros de que el otro polo está escondido o negado
o rechazado y es el verdadero impulso de esa conducta.
Una persona muy autoritaria está teniendo problemas con su
poder interno. Se siente desamparada,
débil, insegura y/o insuficiente y contrarresta esas sensaciones con un falso mando
dictatorial. Además, tiene el beneficio
adicional de que no se metan con él, ya que no podría defender su posición
eficientemente (“perro que ladra no muerde”).
Un individuo que está seguro de sí mismo y de su fortaleza personal no
necesita gritar ni abusar ni atemorizar.
El poder sobre otros es la compensación de la falta de poder interno.
Cuanto más intensa es una actitud, más debemos explorar el
otro extremo y sacarlo a la luz para poder aceptarlo y sanarlo. Así,
integrados, la dualidad servirá a la unidad.
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