¿Qué puede hacerse para alcanzar la felicidad?
No hay nada que tú ni cualquier otro pueda hacer. ¿Por qué? Por la sencilla
razón de que ahora mismo ya eres feliz, ¿y cómo vas a adquirir lo que ya
tienes? Pero, si es así, ¿por qué no experimentas esa felicidad que ya posees?
Pues, simplemente, porque tu mente no deja de producir infelicidad. Arroja esa
infelicidad de tu mente, y al instante aflorará al exterior la felicidad que
siempre te ha pertenecido. ¿Y cómo se arroja fuera la infelicidad? Descubre qué
es lo que la origina y examina la causa abiertamente y sin temor: la
infelicidad desaparecerá automáticamente.
Ahora bien, si te fijas como es debido, verás
que hay una sola cosa que origina la infelicidad: el apego. ¿Y qué es un apego?
Es un estado emocional de vinculación compulsiva a una cosa o persona determinada,
originado por la creencia de que sin esa cosa o persona no es posible ser
feliz. Tal estado emocional se compone de dos elementos; uno positivo y otro
negativo. El elemento positivo es el fogonazo del placer y la emoción, el
estremecimiento que experimentas cuando logras aquello a lo que estás apegado.
El elemento negativo es la sensación de amenaza y de tensión que siempre
acompaña al apego. Imagínate a alguien encerrado en un campo de concentración y
que no deja de engullir comida: con una mano se lleva la comida a la boca,
mientras que con la otra protege la comida restante de la codicia de sus
compañeros de encierro, que tratarán de arrebatársela en cuanto baje la
guardia. He ahí la imagen perfecta de la persona apegada. Por su propia naturaleza,
el apego te hace vulnerable al desorden emocional y amenaza constantemente con
hacer añicos tu paz. ¿Cómo puedes esperar, entonces, que una persona apegada
acceda a ese océano de felicidad que llamamos el "Reino de Dios"? ¡Es
como esperar que un camello pase por el ojo de una aguja!
Ahora bien, lo verdaderamente trágico del
apego es que, si no se consigue su objeto, origina infelicidad; y, si se
consigue, no origina propiamente la felicidad, sino que simplemente produce un
instante de placer, seguido de la preocupación y el temor de perder dicho
objeto. Dirás: "Entonces, ¿no puedo tener ni un solo apego?". Por
supuesto que sí. Puedes tener todos los apegos que quieras. Pero por cada uno
de ellos tendrás que pagar un precio en forma de pérdida de felicidad. Fíjate
bien: los apegos son de tal naturaleza que, aun cuando lograras satisfacer
muchos de ellos a lo largo de un día, con que sólo hubiera uno que no pudieras
satisfacer, bastaría para obsesionarte y hacerte infeliz. No hay manera de
ganar la batalla de los apegos. Pretender un apego sin infelicidad es algo así
como buscar agua que no sea húmeda. Jamás ha habido nadie que haya dado con la
fórmula para conservar los objetos de los propios apegos sin lucha, sin
preocupación, sin temor y sin caer, tarde o temprano, derrotado.
En realidad, sin embargo, sí hay una forma de
ganar la batalla de los apegos: renunciar a ellos. Contrariamente a lo que
suele creerse, renunciar a los apegos es fácil. Todo lo que hay que hacer es
ver, pero ver realmente, las siguientes verdades.
Primera
verdad: estás aferrado a una falsa creencia, a saber,
la de que sin una cosa o persona determinada no puedes ser feliz. Examina tus
apegos uno a uno y comprobarás la falsedad de semejante creencia. Tal vez tu
corazón se resista a ello; pero, en el momento en que consigas verlo, el
resultado emocional se producirá de inmediato, y en ese mismo instante el apego
perderá su fuerza.
Segunda
verdad: si te limitas a disfrutar las cosas, negándote
a quedar apegado a ellas, es decir negándote a creer que no podrás ser feliz
sin ellas, te ahorrarás toda la lucha y toda la tensión emocional que supone el
protegerlas y conservarlas. ¿No conoces lo que es poder conservar todos los
objetos de tus distintos apegos, sin renunciar a uno sólo de ellos, y poder
disfrutarlos más aún a base de no apegarte ni aferrarte a ellos, porque te
encuentras pacífico y relajado y no sientes la menor amenaza en relación a su
disfrute?
Tercera
y última verdad: si aprendes a disfrutar el aroma de
un millar de flores, no te aferrarás a ninguna de ellas ni sufrirás cuando no
puedas conseguirla. Si tienes mil platos favoritos, la pérdida de uno de ellos
te pasará inadvertida, y tu felicidad no sufrirá menoscabo. Pero son
precisamente tus apegos los que te impiden desarrollar un más amplio y más
variado gusto por las cosas y las personas.
A la luz de estas tres verdades, no hay apego
que sobreviva. Pero la luz, para que tenga efecto, debe brillar
ininterrumpidamente. Los apegos sólo pueden medrar en la oscuridad del engaño y
la ilusión. Si el rico no puede acceder al reino del gozo y de la alegría, no
es porque quiera ser malo, sino porque decide ser ciego.
Anthony de Mello
2 comentarios:
Me ha encantado leer esta entrada Laura. Estoy totalmente de acuerdo. Te mando un abrazo y un agradecimiento enorme, por tu tiempo de dedicación al realizar cualquier entrada. Todos nos sentimos agradecidos de ello. Un beso.
¡Y gracias a ti, Inma, por tomarte el tiempo de leerlo y agradecerlo! Un gran beso.
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