Ayer, fui a Parque Norte con una amiga. Había poca gente y nos instalamos cómodamente en un quincho con mesa y sillas de madera, alejadas de todos, rodeadas de verde, flores y agua. La pasamos muy lindo. En un momento, tiradas en el pasto, tomando mate y comiendo galletitas, nos pusimos a hablar de la comida y de los kilos de más. Ella tiene unos cuantos, que ya le están creando problemas. Los míos no son tantos, es más estético, pero la cosa viene por otro lado.
En un aspecto, no me importan demasiado. Suena bien pero es el principio de la desidia, de seguir aumentando hasta que sí importen. Por otro, me replantea qué estoy comiendo. Tengo una alimentación muy variada, de poca cantidad y más bien sana, aunque estoy bajando las proteínas animales y viendo cómo reemplazarlas. Tengo la teoría, pero que me guste es otro tema. Lo que me engorda son los "permitidos": medio kilo de helado, una barra de chocolate, cualquier cosa que me encante la sigo comiendo hasta que me sale por las orejas.
Ahí está el problema: no me pongo límites. Y no me pasa sólo con la comida. De a ratos, estoy como permisiva, caprichosa, perezosa, apática. Hago el chiste de que me sale el ascendente pisciano y me dejo llevar por las cosas, simbiotizada, sin filtros, anegada en aguas quietas y superficiales.
Es una de mis polaridades justamente: exploro un extremo hasta que lo agoto y busco otra cosa. Con las comidas es muy evidente, ya que como algo que adoro hasta que no lo tolero más. Ahora, estoy en algo parecido con todas las comidas. Se me ocurre algo y lo preparo o lo compro ilusionada, pero luego no me brinda la satisfacción que pensaba. Muy pocas cosas lo hacen y son, en general, alimentos naturales.
Es como si estuviera llevando el Ego a sus límites máximos y probando que no me da ninguna plenitud verdadera. Por supuesto, lo sé en la teoría, pero yo necesito llevarlo a la práctica. Es mi carácter. Encuentro muchos aprendizajes allí. Es también una forma de desactivarlo.
Me siento en el borde de una espiral de evolución: la aniquilación de los dorados (baratos, no de real oro) anzuelos del Ego... el de los deseos satisfechos por su obra y gracia. Tengo la impresión de que es algo así como un requisito previo para la inmersión en aguas profundas. Una especie de indolente indiferencia hacia lo que promete el Ego y el mundo. Para dejar que el alma tome su lugar. Más noticias en otro momento... después de pasarme un paquete de galletitas...
domingo, 16 de enero de 2011
Kilos de más... en todos lados...
Publicado por Laura Foletto en 20:25
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1 comentario:
Laura querida, si lohubiera escrito yo no habría cambiado ni una coma, bueno puede que el entorno, pero por la lejanía.
Si encuentras cómo arreglarlo ya sabes, cuéntamelo.
Un beso
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