“Chiste” dicho
por una mujer que hace stand up: “yo siempre he tenido relaciones muy sufridas,
llenas de problemas y contratiempos, celos, baja autoestima, de todo lo que se
les ocurra. Hasta que un día, de repente, apareció un tipo con el que las
cosas funcionaban, nos divertíamos, la vida era fantástica. Pero, resulta
que me sentía perdida, no estaba acostumbrada. No sé qué hacer cuando
todo es felicidad. Él sí sabía… me dejó…”.
La verdad es que
estamos tan habituados a vivir mal que no sabemos vivir bien. Es un
aprendizaje. La conciencia es la gran ayuda. En lugar de vivir dormidos y reactivos, quejándonos y
resignándonos, podemos poner luz en cada acto, en cada encuentro, en cada
emoción, para evaluar los mandatos y traumas que arrastramos, a fin de sanarlos
y reemplazarlos por ideas y actitudes que nos den plenitud y armonía, que
liberen el potencial que traemos, que movilicen nuevos caminos, que nos
relacionen amorosamente.
Desde hace
cientos de años, ha habido una sobrevaloración del sufrimiento (cuanto
más sufridos, más valiosos los logros), la lucha y el esfuerzo. En los
tiempos recientes, esta trascendencia ha tenido su contrapeso en un facilismo
pueril y consumista, de disfrutar hoy sin importar el mañana. Faltos
de una guía interna espiritual, todo se diluye en la materialización urgente
que brinde algún placer o sentido.
Tanto en una como
en otra visión, lo más común es sentir culpa: por no ser lo que
deberíamos ser, por habernos equivocado, por no cumplir con las implacables
expectativas, por sentirnos vacíos a pesar de tener todo, por lo que sea.
Esta “costumbre” judeo-cristiana nos ha sido transmitida en los genes y reclama
su tributo: la culpa exige castigo. Si te parece que te has
salvado de su larga mano… mira mejor: muchas de tus imposibilidades nacen de
eso.
Esta sociedad
no nos enseña a ser felices, responsables, creativos, alegres, abundantes, en
la forma que cada uno quiere y puede. Está llena de modelos rígidos, homogeneizados e idealizados y margina al
que no llega o es distinto. En lugar de propiciar la libertad para que
cada uno busque sus propias experiencias de acuerdo a su diseño y aprenda de
los inevitables errores en el camino, lo juzga y lo sanciona. No nos
tomamos el tiempo de revisar lo que sirve y lo que no; de adecuarnos al presente;
de fundar una nueva interpretación de acuerdo a lo que somos ahora; de diseñar
cómo deseamos vivir, relacionarnos, trabajar, amar.
Este es el
tiempo. Deja de correr, encandilado por objetivos externos.
Respira, cálmate un momento, mira adentro, pide asistencia a tu Ser.
Cambia tus prioridades y valores; aprecia la alegría y la simplicidad; pon el
aprendizaje constante como un camino valioso; ábrete al amor y la abundancia;
fíate en que el Universo es amable y te sostiene; confía en que ya eres y tienes
lo que necesitas para lograr tus metas del corazón; conéctate como el ser
espiritual y luminoso que eres a Todo Lo Que Es. ¡Qué enorme diferencia con
el Ego y sus limitaciones y faltas! ¿Cambias tu mundo para cambiar el
mundo? Aquí estoy para acompañarte.
3 comentarios:
profundo! bello escrito, me gusta mucho! mucha suerte con el blog, ya puedes contar más una seguidora, este tipo de blog justo me encanta!Gracias!
Muchas gracias!! Te sugiero que me sigas en mi otro blog que es mucho más completo que este: www.abrazarlavida.com.ar/comunidad
Espero te sea de utilidad. Un abrazo.
me encanto!! sencillo y concreto! Gracias!
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