A medida que las
energías se sutilizan y los vientos de cambio se endurecen, más asuntos sin
sanar y/o sin concluir surgen a la superficie para su resolución. Esto
supone una presión bastante fuerte para todos, ya que, solamente a través de
liberar conceptos y vivencias perimidos, es que lograremos plasmar nuevas
creaciones. Suena lógico y real, pero llevarlo a la práctica hace brotar
numerosos temas que acarrean miedos, enojos y dudas en una combinación ardua de
atravesar.
Nuestra normal
reacción de resistirnos y quejarnos dificulta más el ajuste a una nueva
realidad. Cuanto más
dilatamos la solución, más se profundiza el problema y luego nos encontramos
con que “estamos luchando en diversos frentes, con pocas estrategias viables y
sin municiones”, como lo tradujo risueñamente un consultante hace poco.
El mismo acto de resistir ya supone un esfuerzo físico, emocional y mental
considerable. A esto debemos agregarle que nuestro cuerpo está pasando
por transformaciones notables para acomodarse a un nuevo nivel de energía.
Resultado: no damos más. Dificultades en el sueño, problemas en la piel y
en la digestión, cansancio extremo y explosiones de actividad, mareos y
náuseas, resfríos y rinitis, síntomas varios que van y vienen son
manifestaciones comunes. Desorientación, extrañamiento, perder las metas
que ya habíamos definido, sentirnos en el vacío también están a la orden del
día. Una amiga, que está a punto de vender su casa y su fábrica y no
tiene planes de ninguna clase, me decía que estaba en el aire y que,
extrañamente, eso no la angustiaba como pensaba. “Estamos reseteando”,
le contesté y nos reímos porque eso es lo que sentíamos.
¿Qué se necesita
para continuar? Confianza. Ni resistencia ni lucha.
Esas son las estrategias del Ego, que quiere controlar el proceso y llevarlo
hacia sus áreas conocidas, para sentirse seguro y cómodo. Es tan
nuevo y distinto lo que está sucediendo que no hay parámetros antiguos para
seguir. El Ego busca en sus programas conocidos para poder adaptarlos,
pero no le funcionan y se desespera y, en lugar de entregarse a lo desconocido,
se esfuerza más y más problemas crea. Es un círculo vicioso que no quiere
dejar.
Reconocer que no
sabemos para dónde ir y aceptar que nuestra Alma sí y que puede guiarnos es la
solución. ¿Cómo
hacerlo? Conociendo las conductas y los mandatos familiares y sociales
que arrastramos, sanando las heridas, aceptando lo que es (clave para
reconstruir), abriéndonos al potencial que reside en nuestro interior. Eso
implica confiar en nuestro Ser. ¡Menuda tarea! No estamos
acostumbrados. No nos han enseñado cómo lo material y lo espiritual
están integrados y son uno, cómo la vida cotidiana es una metáfora de la
espiritual, cómo nuestro cuerpo procesa los niveles sutiles, cómo estamos
unidos a todo y atraemos de acuerdo a nuestra vibración. Es una labor
sagrada que ocupa cada uno de nuestros minutos… si así lo decidimos. Cuando
cambiamos la visión, cambiamos todo.
Al vivir nuestra
existencia con una conexión diaria a nuestra Alma (y por lo tanto a Todo Lo Que
Es) abrimos instancias que jamás se nos hubieran ocurrido, porque el Ego no
puede ver más allá de sus restricciones. Al confiar en que lo que
sucede es lo mejor para nosotros, nos relajamos en el aquí y ahora. Nos
debemos una vida extraordinaria. ¡Qué revolucionario! ¡Qué
evolucionario! Debemos terminar con las limitaciones que nos han y nos
hemos impuesto por siglos. Podemos permitir la vida que hemos
soñado. Una vida sencilla, próspera, conectada, alegre, creativa,
amorosa. Comienza con la relación con nosotros mismos. Y
continúa con los demás. Es una espiral ascendente de Luz y Armonía.
Es tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario