Quizás,
hayas escuchado que los demás son espejos de ti y te preguntas cómo funciona y
cómo usarlo para tu mayor evolución.
Cuando se dice que Todos Somos Uno se está significando que somos
extensiones de una misma Energía y que, por lo tanto, compartimos similares
cualidades y nos atraemos de acuerdo a ellas.
Nos cuesta
conocernos a nosotros mismos, así que, desde este punto de vista, el otro es
una excelente oportunidad de hacerlo, ya que nos permite apreciar lo que no
vemos. Es más simple observarlo desde el rechazo: si no te gusta alguien
porque es soberbio, seguramente este es un aspecto de ti que no aceptas y
proyectas en él. Al admitirlo y
trabajarlo, puedes integrar lo que te enseña esta sombra (la humildad y la
sencillez). De esta forma, dejas de
atraer esta clase de personas a tu vida porque ya has incorporado esta faceta.
Menos
usada es la forma positiva: lo que
admiras de alguien igualmente lo tienes.
Solemos negarnos lo mejor de nosotros, pero debemos convenir que el
espejo funciona en las dos caras, así que, si te fascina el valor de una
persona por ir tras sus deseos del corazón, tú también posees esta fuerza y
necesitas liberarla.
Es común que espejemos conductas de nuestra familia. Si tu madre se casó con tu
padre para escapar de su casa, idealizando un salvador en él, para encontrarse
con una persona sin carácter ni proyectos, es muy probable que hagas lo mismo…
si no observas el modelo hogareño. Es
muy importante reconocer estos patrones que se pasan de generación en
generación, para poder cortarlos e instalar una pauta nueva y más plena.
La pareja es el espejo más íntimo y dinámico de proyección y
probablemente el menos utilizado para experimentar. Tendemos a cristalizar aspectos
(él es el estricto, ella la que congenia; él es el inseguro, ella la que
decide; él es el introvertido, ella la que socializa), llevando roles fáciles y
cómodos de cada uno a extremos enfermizos, en lugar de aprender del otro y ser
más flexibles y equilibrados.
En donde se desperdicia mucho esta posibilidad es en los grupos, sobre
todos si son de crecimiento. Cuando una persona expone una dificultad,
todos le lanzan interpretaciones y soluciones en vez de preguntarse de qué
forma participan de ese asunto, cómo se manifiesta en uno mismo, qué respuesta
encontrarían para sí. Esa primera
actitud nos hace sentir en control, que el del problema es el otro, pero no nos
ayuda a evolucionar. En un grupo,
encontramos una miríada de reflectores y de recursos.
Mirarnos en el espejo de nuestras relaciones nos permite expandir
nuestra conciencia, integrar aspectos negados y completarnos, dejar de juzgar y
criticar, atraer lo que deseamos, sentirnos uno con el Universo; en definitiva, compartir la Luz que somos.
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