Estuve
mirando una mini-serie llamada “Los pilares de la tierra”, ubicada en la Edad
Media. Constaté algo que me está pasando
hace tiempo: frente a escenas de crímenes, prejuicios, celos, venganza,
resistencias a lo nuevo, tragedias, siento rechazo, incluso físicamente a
veces.
Hace
poco, escribí acerca de una irritación que muchos sentíamos. En parte, porque nos estábamos cansando de
que otros se alimentaran de nosotros con sus dramas y problemas (en lugar de
solucionarlos por sí mismos), en parte con nosotros mismos por continuar con
nuestros dramas y problemas en lugar de solucionarlos a fondo y en parte porque
todo parecía retrasarse continuamente, por una cierta lentitud en los cambios
profundos que anhelamos.
Estoy notando una sensibilidad aumentada con respecto a cómo
reaccionamos frente a las situaciones.
No podemos soportar la violencia y el maltrato. En la Edad Media, era “normal”
la guerra y que se matara a cualquiera por cualquier motivo, tanto como la
extrema pobreza. Ahora, estamos
comenzando a sentir que no es así cómo debemos vivir. Por otro lado, estamos necesitando
verdaderamente la alegría, la serenidad, las demostraciones de cariño y apoyo,
la abundancia, el amor. Nos conmovemos
intensamente cuando esto sucede (me la pasé llorando en la mini-serie “Llamen a
la comadrona”).
¿Qué hay
detrás de todo esto? Creo que estamos
comprendiendo (inconcientemente a veces) que es perentorio crear un nuevo
mundo. En estos días, muchos piden que
se rece o se medite por la paz en Siria.
Si bien puede ayudar, me parece que la
verdadera contribución es que CADA UNO DE NOSOTROS esté en paz.
Como Humanidad, todavía creemos que la única forma de resolver los
conflictos es luchando. Esa lucha comienza en nosotros mismos,
peleándonos con aspectos que no nos gustan, deseando ser otros, humillándonos,
despreciando nuestras cualidades y pretendiendo lo que no tenemos. Llevamos afuera esta lucha en las
proyecciones que hacemos en los demás, queriendo destruir los espejos que nos
muestran nuestros antagonismos internos, viendo enemigos externos. Y así la espiral descendente continúa hasta
terminar en la guerra entre países, en la miseria.
Cuando entendamos que lo que encontramos afuera se originó adentro, que
el exterior es un reflejo del interior, entonces estaremos en condiciones de
ser co-creadores genuinos. Nos ocuparemos de resolver las dualidades que
nos atormentan y estaremos en paz, integrados.
Así, atraeremos las personas y las condiciones para construir otra
realidad. Y la espiral será ascendente y
un nuevo mundo será posible.
Es fácil
echar culpas afuera y negar nuestra responsabilidad: “yo no soy tan así, no
llego a esos extremos”. No es cuestión
de grados ni de lavados de manos. Todos Somos Uno. La comprensión real de esta verdad nos hará
libres y amorosos. ¿Cuánto nos
llevará? ¿Acaso eso importa?
Planta tu árbol, aun cuando no gozarás de su sombra. Enciende tu luz, aun cuando sea pequeña. Todo es esencial.
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