Estoy leyendo la autobiografía de Isadora Duncan. ¡Qué fuerza de la Naturaleza, mi Dios! Hay poquísimas personas con esa energía, esa pasión desbordante por el arte, la vida, el aprendizaje, la enseñanza, el amor, la espiritualidad. Su vida, sobre todo al comienzo, estaba llena de situaciones de pobreza y falta de reconocimientos extremos. Nada la detenía. Todo lo recordaba desde el éxtasis de la búsqueda intensa de su sendero, de su danza.
En un momento, enumerando las carencias de su casa y su inmensa creatividad para conseguir dinero, dice: “cuando oigo a los padres de familia que trabajan para dejar una herencia a sus hijos, me pregunto si se darán cuenta de que, por ese camino, contribuyen a sofocar el espíritu de aventura de sus vástagos. Cada dólar que le dejan, aumenta su debilidad. La mejor herencia consiste en dar a los niños la mayor libertad para desenvolverse por sí mismos. Nuestras lecciones proporcionaron, a mi hermana y a mí, el acceso a las casas más ricas de San Francisco. Y no envidiaba a los chicos ricos, sino que los compadecía. Me asombraba el comprobar la pequeñez y la estupidez de sus vidas y, por comparación con estos hijos de millonarios, me consideraba yo mil veces más rica en todo lo que da valor a la existencia”.
Desfallecientes, hambreados, ella y sus hermanos gastaban el poquísimo dinero que conseguían en visitar los museos, en dibujar, bailar, escribir, en difundir su arte. Pasaba horas inmóvil, en un estudio vacío y helado, buscando el centro, la esencia de su danza, esa danza que “pudiera ser la divina expresión del espíritu humano a través del movimiento corporal” hasta que la encontró y así la explicaba a los niños que enseñaba: “escuchen la música con su alma y, ahora, mientras escuchan, ¿no sienten adentro de ustedes mismos a un ser interior que se despierta y que los hace levantar la cabeza, elevar los brazos y marchar lentamente hacia la Luz?”. “A partir de esta primera lección, el niño más pequeño comprendía que todos sus movimientos y que sus andares mismos poseían una fuerza espiritual que no existe en los movimientos nacidos del ser físico o creados por el cerebro”.
Es muy inspirador conocer las impresiones de personas tan creativas, apasionadas, potentes, entusiastas, amorosas.
sábado, 19 de marzo de 2011
La divina Isadora Duncan
Publicado por Laura Foletto en 20:20
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3 comentarios:
De acuerdo contigo. Me resultan encantadoras las biografías sobre mujeres tan vanguardistas.
En otra línea recuerdo haberme sentido transportada por la vida y la entrega a su hacer de Maria Solodowska Curie.
Gracias por contarnos.
Ayy que lindo post!! me sentí muy orgullosa de ser mujer jejeje!
Gracias, chicas! ES un orgullo Ser Mujer. Está en nosotros honrarlo y disfrutarlo. Besos.
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