Sin entrar a consideraciones demasiado esotéricas, se puede decir que el miedo es un mal inherente a la materia misma y al juego de los opuestos, de la dualidad, entre las cuales la mayor es Espíritu/Materia.
En la ilusión de separación en que vivimos, nos identificamos con nuestro físico. En la inmensidad del misterio de la vida, el cuerpo (susceptible de enfermedades y destinado a la muerte, vehículo de limitación y cautiverio) agita toda clase de temores emocionales y mentales. ¿Cuáles son los mayores?
Miedo a la muerte
Se basa en el terror del proceso de separación del Alma de la personalidad terrena; en el pavor de lo desconocido y de lo incomprensible; en la duda de la inmortalidad; en el dolor de dejar los seres queridos o en ser abandonados por ellos; en las antiguas reacciones a muertes violentas o sufridas ya experimentadas y anidadas en el inconciente; en el apego a la vida material; en las viejas y erróneas enseñanzas sobre el infierno y el paraíso, el pecado y la culpa.
Miedo del futuro
Se deriva de hábitos mentales que “anticipan” el porvenir derivándolo de situaciones pasadas. Así, surgen las actitudes y hechos no resueltos, que se desatan en imaginaciones tormentosas. Esto se ve agrandado por la cantidad de información que nos bombardea continuamente y que hace que, además, nos fusionemos con la angustia de los demás, sin poder disociarnos.
Miedo del mal físico
Síntomas, dolores y enfermedades (muchas veces de poca importancia) pueden devenir en causa de agudos sufrimientos para muchos, que no toman en cuenta la unidad cuerpomente.
Miedo a no tener éxito
Es común en diversos modos: el miedo a no lograr hacer algo bien; a no inspirar afecto a las personas amadas; al desprecio de los otros; a dejar escapar alguna buena ocasión; a la pobreza, etc.
En este par de aparentes opuestos (Espíritu/Materia), es necesario que dejemos de identificarnos con uno en detrimento del otro y valoremos esta experiencia maravillosa de espiritualizar la materia en la que estamos unidos.
En este sentido, el miedo es una vibración errada y debemos reconocerla como tal. Un impulso, una emoción, un deseo tiene origen en un aspecto del Ego, diferenciado netamente del Alma. Podríamos preguntarnos:
- Esta reacción, ¿es en respuesta a la vida del Alma?
- Este impulso, ¿proviene de la Vida Divina dentro mío?
- Aquellos que están en relación conmigo, ¿serán beneficiados por mi modo de actuar?
- Mi emoción, ¿los ayudará o los perjudicará?
Es la naturaleza dual de la mente la que produce la ilusión. Es el sentido del Yo separado el que ha llevado a la humanidad a su condición actual. Esta conciencia de la dualidad (“Yo soy Dios”/”Yo soy Forma”) que no encuentra su superación nos lleva a los miedos. Más preguntas, entonces:
- ¿En qué medida dramatizar los acontecimientos personales gobierna mi vida?
- ¿Hay en mí un aumento de capacidad para ser más abierto a los pensamientos de los otros, a devenir más sensible y por lo tanto más capaz de entrar en una más amplia corriente de intercomunicación?
- ¿Encuentro que reacciono con resentimiento o enojo o justificaciones o victimizaciones ante las actitudes de los demás o trabajo el desapego, a fin de resolver mis temas personales?
- ¿Estoy perdiéndome en sueños místicos o me ocupo de la aplicación práctica de la verdad espiritual, introduciéndola en la vida cotidiana?
El miedo es el Gran Guardián de la Puerta hacia lo que verdaderamente somos. Muchas resistencias son disparadas por temores que, la mayoría de las veces, están basados en experiencias infantiles, en las cuales se graban los ancestrales miedos de la humanidad. Estamos en un tiempo de expansión y plenitud. Enfrenta tus miedos y te darás cuenta de que son ilusiones. Sombras que se agitan en la oscuridad. La Luz disipa todo temor, toda duda. Tú eres Luz.
lunes, 5 de octubre de 2009
¿Tus miedos como vibracíones erradas?
Publicado por Laura Foletto en 10:10
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