Un rey recibió como obsequio dos pichones de halcón y los entregó al maestro de cetrería para que los entrenara. Pasados unos meses, el instructor comunicó al rey que uno de los halcones estaba perfectamente educado, pero que al otro no sabía lo que le sucedía: no se había movido de la rama desde el día de su llegada a palacio, a tal punto que había que llevarle el alimento hasta allí.
El rey recurrió a todo y a todos, pero no había solución. Finalmente, dio un bando entre sus súbditos, y, a la mañana siguiente, vio al halcón volando ágilmente en los jardines. “Traigan al autor de ese milagro”, dijo. Enseguida le presentaron a un campesino. “¿Cómo lo hiciste? ¿Eres mago, acaso?”. Entre feliz e intimidado, el hombrecito sólo explicó: “No fue difícil, su Alteza: solo corté la rama. El pájaro se dio cuenta de que tenía alas y empezó a volar”.
¿Y tú? ¿Vuelas o estás paralizado? ¿Qué te impide disfrutar tu vuelo? ¿Los problemas? Tal como el halcón, estás parado sobre ellos, aferrándolos fuertemente, en la ilusión de que no hay otra opción.
Digo ilusión porque tus problemas no existen. Sí, ya sé… tienes una enorme cantidad de inconvenientes bien reales para tirarme en la cara… pero, antes de hacerlo, ¿consideramos el tema?
¿A qué llamamos “problema”? Según el diccionario: “alguna cuestión que se trata de aclarar; dificultad de solución dudosa; disgusto, preocupación”. O sea, situaciones de la vida a conducir. Algunas pueden solucionarse en el momento o a corto plazo; otras requerirán más tiempo o recursos o información o ayuda o lo que sea; otras serán así siempre. En cualquier caso, se trata de aceptarlas como experiencias a manejar.
Esta forma de tomar los problemas aliviana la carga con que normalmente nos movemos. La mente inferior adora engancharse de los problemas y hacerlos la base de la vida. Una definición era “disgusto, preocupación”: el Ego funciona preocupándose por todo, ¿te diste cuenta? Sin importar si el hecho es una nimiedad o algo grave, siempre crea posibles panoramas de desastre, incentivados por una emocionalidad desbordada.
¿Cuántas veces corriste desesperado por algo que olvidaste al día siguiente? ¿Cuántas posibilidades dramáticas acerca de una situación imaginaste que jamás ocurrieron? ¿Cuánta adrenalina gastaste en tonterías gestadas en tu mente?
La mayoría de los problemas surgen en tu mente. Temes al error, al fracaso. ¿Qué crees que estamos haciendo en este plano? Un juego de prueba y error. Nunca te librarás de equivocarte, porque, en realidad, ese camino que tomaste también es una fuente de aprendizaje. No hay fallos. Hay experiencias.
Tu Ego refuerza su identidad y su dominio cuando se carga de problemas (y del sufrimiento que conllevan). Así, abrumado, pierdes tu sentido del Ser. Atiborras tu mente de mil trivialidades que has hecho o que tienes que hacer y pierdes el momento presente.
Entonces, ¿cuál es la actitud? Acepta la situación actual. No la rechaces ni la pelees. No la transformes en un problema. Obsérvala como una experiencia que eliges manejar con todos los recursos que posees en el AHORA.
Esa es la solución, finalmente. Cuando te proyectas con temor hacia el futuro, estás basándote en el pasado y te estás perdiendo de las herramientas de una acción surgida de una conciencia clara enfocada en el presente. Créeme: ningún acto anclado en los miedos, dudas y proyecciones almacenados tiene el enorme poder de una respuesta intuitiva alumbrada desde Ser y el ahora. Suéltate de los problemas y vuela.
Toma la decisión: “Sin importar lo que pase, ceso de crear más problemas y sufrimiento. Encuentro el mejor camino para mí y todos los involucrados. Yo confío en mí y en la Vida. Soy un Ser de Luz continuamente guiado y protegido.”
lunes, 7 de septiembre de 2009
¿Cesas de crear problemas y confías en el proceso?
Publicado por Laura Foletto en 12:35
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