El otro día, escribí acerca de las personas que pasaban mientras hacíamos danzas chinas. Ayer, leí en el diario que, en Washington, habían hecho la siguiente experiencia: en una estación de subte muy concurrida, Joshua Bell (premiado como el mejor músico clásico de los Estados Unidos) se puso a tocar una de las más bellas obras de Bach con un Stradivarius. Preveían que se iba a juntar una muchedumbre… cosa que nunca sucedió.
Quienes caminaban ante Bell le dirigían, en el mejor de los casos, una mirada esquiva; la mayoría lo ignoraba. Durante los 45 minutos que duró la experiencia, pasaron 1097 personas, siete se detuvieron y recaudó 32 dólares.
Gene Weingarten (el autor de la nota) se pregunta: si ante tan inesperado y generoso ofrecimiento de lo mejor, caminamos ciegos y sordos, ¿qué otras cosas nos estaremos perdiendo? Evoca a este respecto unas estrofas del poeta W. H. Davies:
“¿Qué es esta vida si, atrapados por ansiedades,
carecemos de tiempo para detenernos y contemplar?”
Noto que muchas personas creen que viven una existencia rica y productiva porque corren de un lado al otro. Lo que encuentro en realidad es que no quieren parar para descubrir cómo es de verdad su vida. Si un (supuesto) accidente o enfermedad los detiene, se deprimen o (si toman la oportunidad que su alma les está brindando) cambian para mejor. Otros, aún con más tiempo disponible, siguen corriendo con cualquier excusa. El tema es no escucharse.
Como dije antes, la Vida siempre nos brinda la posibilidad de asomarnos al Misterio que es y que somos. Una paciente me dijo que le encantaba leerme porque, de acontecimientos menores, sacaba a relucir grandes verdades. No hay secreto en esto: para eso sirve todo lo que vivimos.
lunes, 4 de junio de 2007
Violines sin tiempo
Publicado por Laura Foletto en 15:59
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