El sábado fui a un lugar que tocaban música étnica. Era algo hecho a pulmón, pero con mucha imaginación; bien “under”, en Palermo. Me sorprendió la cantidad de gente joven interesada en eso. El ambiente era muy lindo y distendido. Comimos shawarma vegetariano… y vino tinto.
Un músico tocó cítara y luego un coro improvisó sobre temas de India y África. El hijo de mi amiga tocó después en un grupo de percusión de un profesor senegalés. Enseguida, casi todos se levantaron y comenzaron a bailar. ¡Qué maravilloso! ¡Cuánto lo necesitaba! Soltarme, destrabarme, desatarme, largarme, desencadenarme, desanudarme, entregarme. ¡Qué liberador sentir la vibración de los tambores en el cuerpo y moverme como surge, sin pensar! ¡Qué sanador conectarme con la Madre Tierra y ser una con Ella, dejándome nutrir para luego nutrir a otros! ¡Qué poderoso dejar que cada célula se reenergetice al ritmo de una música primordial y antigua!
No sé qué les pasó a los otros, pero yo hice mi viaje personal y me encantó.
domingo, 10 de junio de 2007
Tambores en el cuerpo
Publicado por Laura Foletto en 21:57
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