“¿¡Pero
cómo se hace para no pensar negativamente!??”: no sé cuántas veces
escuché esta queja (incluso de mí misma).
Cuando comenzamos a tener más conciencia, una de las primeras cosas que
observamos es la cantidad impresionante de ideas automatizadas, coléricas,
pesimistas, humillantes, lastimosas que albergamos, sin contar la velocidad con
que las disparamos, al punto que ni siquiera las terminamos; en realidad, es
una sucesión de indefinidos e inconclusos pensamientos que crean un entorno
mental de negatividad y confusión. Algunas
consideraciones al respecto:
- La proliferación de esta cizaña en el jardín
se debe a que nunca se nos ocurrió segarla. Fuimos
inocentes testigos de su nacimiento y somos mudos espectadores de su crecimiento. Aliada de nuestra baja autoestima, de
equivocaciones, fracasos y frustraciones, de la pasividad y la
mediocridad, ha terminado por ocupar el terreno con una fuerza que no
tienen nuestros buenos deseos de erradicarla. Renegamos porque nos damos cuenta de que
nos debilita pero no tenemos la constancia de trabajar internamente para
cortarla y sembrar flores en su lugar.
Porque de eso se trata: de
tomar conciencia de cuáles son los pensamientos que alojamos y
reemplazarlos por otros más nutritivos y efectivos.
- Para ello, es conveniente llevar una libretita (o en el celular), anotar cuando descubrimos alguno y pensar por cual lo sustituiremos. Por ejemplo: “Siempre me va mal” puede convertirse en: “Mejoro cada día más”; “Nunca voy a conseguir un buen trabajo” en: “Soy capaz de trabajar en lo que quiero y ganar bien”. Como notarás, los pensamientos negativos tienden a los absolutos y las generalizaciones (lee el Boletín anterior). Al hacer esto, tendrás a mano inmediatamente una forma de corregirte; puedes decir: “Cancelado” y afirmarte en lo que deseas lograr.
- Un motivo de esta conducta es que pensamos que
castigándonos y culpándonos conseguiremos lo que queremos y seremos más
fuertes. Nos han enseñado de esa forma y la
continuamos. No es cierto. Más profundamente, también nos han
inculcado que debemos ser exitosos siempre; le tememos al fracaso y a los errores y nos dañamos severamente al
enfrentarlos. Es una concepción
equivocada porque en esta dimensión estamos en un proceso de aprendizaje
y, sin excepción, esto quiere decir que tendremos fallas y caídas.
- Si comenzamos
cualquier cosa aceptando esta premisa, buscando aprender rápidamente y
dejar atrás los errores (¿y si los llamas experiencias?), no nos
trataremos mal ni nos llenaremos de pensamientos culpables y
perjudiciales.
- Como tomamos la vida como una lucha, también
luchamos con la negatividad. Por definición, solo la hacemos más grande: lo
que resistes, persiste. Para colmo,
estos tiempos son difíciles, estamos ajustándonos a nuevas Energías,
procesando muchas cosas de las que ni siquiera tenemos conocimiento; nos
cuesta dormir, descansar, manejar las emociones, etc.
- Aprende a tener una
mirada relajada sobre las cosas, desdramatiza, desapégate, observa para
qué están ahí, encuentra un bien mayor, haz tu labor de revelar lo mejor
de ti y de los demás, acepta, perdona, fluye. Es una actitud más femenina, más
abarcadora, integral, afectuosa.
No tienes que ser perfecto, exitoso, delgado, rico
y divino. Ya eres divino: eres un Ser
espiritual transitando una experiencia humana.
Al admitir esta verdad, dejas de luchar contra lo que eres. Ya eres digno de amor, de alegría, de lograr
lo que deseas, de tener relaciones nutritivas.
Reconócelo y trátate bien,
elógiate y mímate, aprende y evoluciona, a tu ritmo y a tu manera. Sé amable.
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