Su futuro jefe lo había confirmado en su nuevo
trabajo (acababa de perder el anterior) y solo restaba el examen médico, un
requisito obligatorio de la Compañía.
Cuando llegó, resultó que los valores de glóbulos rojos y blancos
estaban altísimos; el médico lo rechazó y su jefe le dijo que no podía tomarlo
en esas condiciones. Sin empleo y sin
salud: ¿qué iba a hacer? No se
desesperó; un amigo lo recomendó en una Agencia y, después de las pruebas
habituales, le dijeron que tenían un puesto para él en un mes. Se lo tomó para descansar, disfrutar y
reflexionar. Cuando ingresó, se dio
cuenta de que era mucho más interesante que el que perdió, con un sueldo más
alto, con compañeros cálidos y divertidos.
Mientras, se había hecho chequeos médicos y los valores comenzaron a
subir solos, sin necesidad de nada. ¿Qué
había pasado? Un milagro de sustracción,
dirían algunos.
Estamos
acostumbrados a los milagros de adición: siempre queremos más. Pedimos aquello que suma a nuestras vidas,
que llena los vacíos, que implica crecer desde los números y no desde la
experiencia. Pero, nuestra Alma, que sabe lo que nos conviene, suele quitarnos para
hacernos comprender ciertas cosas o para darnos algo mejor que lo que pedimos
desde el Ego: un milagro de sustracción.
Si miramos en retrospectiva, podemos encontrar unas
cuantas de estas ocasiones y generalmente son
momentos de gran aprendizaje y evolución.
Al principio, parecen desgracias, contratiempos, obstáculos, mala
suerte, demoras. Sin embargo, su
propósito es que las utilicemos para detenernos; madurar; cambiar la actitud;
manejar las emociones; tomar otro camino o replantearnos el que estamos; ser
pacientes, constantes, serenos; tomar conciencia del valor de lo que somos,
hacemos y tenemos, etc.
A veces,
nos salvan de malos momentos. Una demora puede impedirnos estar en un
accidente o ser asaltados; un desencuentro puede protegernos de decir algo
perjudicial o tomar una decisión equivocada.
También, nos posibilitan buenas
oportunidades, como terminar en lugares extraños que nos hacen conocer a
alguien que no hubiéramos visto de otra manera.
El Ego, en su afán de controlar y exigir, cree
saber lo que es lo mejor para nosotros y se molesta, sufre y se deprime cuando
las cosas no son como las planea o quiere.
En general, requiere de unos cuantos milagros de sustracción para que se
baje del pedestal, deje de querer mandar insensatamente (aunque se piense muy
racional), acepte lo que se presenta, encuentre la bendición disfrazada y se
alinee con el Alma y la Vida.
En tiempos de Mercurio retrógrado, es una buena
ocasión para replantearnos lo que tenemos entre manos y lo que deseamos, que no
siempre se corresponde con lo que necesitamos o con lo que siente el
corazón. Nos planteamos objetivos exteriores
pero no cómo ser ni estar en ellos. Si
queremos cambiar de trabajo porque tenemos un mal sueldo o un jefe abusivo, en
primer lugar nos deberíamos preguntar porqué estamos ahí: ¿nos valoramos,
sabemos poner límites, somos seguros y confiados, tenemos suficiente
capacitación? Un milagro de sustracción nos puede mantener en un lugar para que
aprendamos a amarnos, madurar y evolucionar.
Una vez hecho esto, lo nuevo se dará sin problemas.
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