Vivimos
en una polaridad: blanco/negro, bueno/malo, correcto/incorrecto. Por un lado, esta limitada visión de la
realidad nos lleva de un extremo al otro
sin equilibrios: cuando le digo a un consultante que está trabajando y exigiéndose
demasiado, me contesta “¡¿y me voy a sentar a esperar a que me caigan las cosas
del cielo?!” (parece que no hay ninguna otra manera en el medio).
Por otro
lado, hace que nos aferremos a lo que nos
gusta y huyamos de lo que nos disgusta.
Es una actitud equivocada, ya que todo se transforma, por lo que, por más satisfechos que estemos
con algo, esto tenderá a cambiar o terminar.
Y lo “negativo” de una situación es una oportunidad de aprendizaje, así
que crecerá hasta que lo encaremos.
Estamos
en un nuevo tiempo y otra posibilidad está gestándose. Si
observamos la Dualidad como la base de un triángulo, la tercera opción es una
mirada desde la perspectiva elevada, la del vértice superior. Desde allí, podemos integrar los dos polos y
encontrar otro recurso más pleno.
Implica una contemplación totalizadora de los aspectos involucrados, sin
victimizarnos por lo sucedido, sin apegarnos a resultados específicos, sin
expectativas egoicas.
En el
ejemplo de quien es exigente consigo mismo, puede darse cuenta de que aprendió
esta forma de su padre y/o de que espera conseguir reconocimiento; de que así
no le da ocasiones a los demás de que hagan su tarea, convirtiéndolos en
débiles y dependientes; de que está enfermándose o desgastándose; de que se está
perdiendo de disfrutar de actividades recreativas o de relaciones amorosas con
sus allegados; de que hay otras maneras de conducir su negocio, etc. Tomando conciencia de estos aspectos y del
potencial de transformación que posee, puede encontrar soluciones impensadas y
mucho más gratas.
Cuando vamos hacia la Trialidad, abrimos la puerta a nuestro Ser
Superior, a las respuestas integrales que manifiestan los mejores aprendizajes
para todos los involucrados. Cuando hacemos esto por
decisión propia y con confianza, nos alejamos del sufrimiento y la lucha para
despertarnos a la comprensión, la abundancia, la gracia. Las resoluciones más evolucionadas están
esperándonos, pero no aparecerán si no decidimos encontrarlas, abriéndonos a
nuestra Alma.
El Ego tiene
la visión cercana e inmediata mientras que el Alma tiene la perspectiva
ascendida y completa. Es tiempo de
despertar y subir un nivel para contemplar las maravillas que están
disponibles. Y esto nos atemoriza: sabemos cómo lidiar con la limitación y el dolor
pero debemos descubrir cómo vivir sanos, abundantes, prósperos, felices,
creativos, presentes. Creo que es el
desafío más grande que atravesamos en estos días…
Inconcientemente,
queremos continuar con nuestras pobres y erradas estrategias duales, de Vieja
Energía. Insistimos en aferrarnos a un
mundo que se cae en lugar de construir el nuevo. Nos cuesta soltar nuestra identidad de
víctimas sufridas y demandantes. Es tiempo de aceptarnos co-creadores,
poderosos, amorosos, luminosos. Y de
atestiguarlo y manifestarlo. De enraizar la espiritualidad en la vida
cotidiana. Aquí estoy para ayudarte.
1 comentario:
Muy curioso, ayer vivi el mismo episodio que narraste. Totalmente identificado y cierto
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