La
epidemia más extendida que observo no es una enfermedad física, es una mental: “quiero ser otro”. Incluso las personas que creen que no la
padecen, tienen el virus metido en algún lugar de su cabeza.
Esto es porque, de niños, no fuimos aprobados así como éramos y
comenzamos a idealizar una forma de ser que pudiera ser identificada y amada
por todos. Todos, en principio, eran papá y mamá;
después, fue el mundo entero. ¿Suena
loco? Lo es. Sin embargo, es de lo más normal…mente loco…
Nuestro Ego tiene hambre de reconocimiento y aprobación. Lo espera
aún de personas que no le interesa. Y
es capaz de cualquier cosa con tal de conseguirlos, sin reparar en el daño que
se está haciendo al forzarse a ser o hacer lo que no está en su
naturaleza. Lo más contradictorio es que sólo la aprobación de lo más original y
genuino de nosotros mismos tendrá validez. Lo que logremos a costa de nuestra
individualidad no solamente será ineficaz sino que complotará en contra.
Nuestras
cualidades y desafíos no son accidentes ni castigos ni casualidades, productos
de una niñez más o menos traumática. Fueron diseñados como potencialidades
creativas antes de entrar a esta dimensión, antes de nacer. Nuestra alma sopesó cuidadosamente qué
deseaba experimentar, crear, aprender, jugar.
Y construyó una personalidad determinada para hacerlo, reunió
padres, parientes, amigos, parejas para activarla, al igual que un lugar
geográfico y una clase social. Este
combo constituye tu Ego.
Cuando
deseas ser otro, cuando te quejas de ti o de tus circunstancias, cuando quieres
cambiar por algún ideal propio o de la sociedad, cuando envidias a alguien, te
pones en contra de ti mismo y dificultas el proceso. Escupes al Cielo. No hay
nada de malo en ti ni en tu vida.
Simplemente, no te has aceptado ni encontrado tu potencial para
revelar. Un consejo: es eso que se
repite una y otra vez y consideras muuuuuy difícil de afrontar.
No lo es
tanto. Más complicado es continuar
obligándote a ser distinto. Cuando te
des cuenta de que TÚ has creado, en tu Ser Superior, este Ego y estas
situaciones para expandirte amorosamente, podrás responsabilizarte de tu vida
por completo y, entonces, descubrir los tesoros que trajiste.
No hay paz ni felicidad ni riqueza mayor que ser quien eres. Cuando te niegas, no solamente pierdes tú
sino también el mundo. Tú viniste a dar tu aporte auténtico, único,
a iluminar con tu resplandor particular.
Sin ese rayito, el mundo está más oscuro. Tus sombras internas están para atravesarlas
e incrementar tu luz. Al huir o
negarlas, te disminuyes.
Siente
qué magnífico ser humano divino eres.
¡No hay nadie como tú! Revela tu potencial, aceptándote totalmente
y siendo conciente de cada instante en que estás vivo y brillando. ¿Qué traes para dar? ¿Y para recibir? Dios/Diosa
siempre te sostiene en su Gracia.
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