Juan Pérez admira a muchas personas. Tiene grandes sueños y se ve identificado con quienes han hecho un camino notable, como Steve Jobs o Salvador Dalí, o personas que conoce que viven de sus pasiones. Ya adulto, piensa que ha perdido el tren, que es tarde para hacer ciertos cambios, que ya tiene una posición consolidada, que no posee el talento necesario para destacarse valiosamente, que no es suficiente para lo que sueña.
Esto último es importante. Juan Pérez no alimenta una buena imagen de sí mismo. Con una infancia tormentosa, luchó mucho para conseguir lo que tiene. Sin embargo, no lo valora, porque no se valora. Una gran parte de él está atrapada en los conflictos infantiles y se siente todavía un niño disminuido y perdido. Para compensar, ha creado un ideal inalcanzable. Ese modelo perfecto, cuando logre serlo, le traerá reconocimiento, amor, dinero, fama, etc.
A medida que pasa el tiempo, las dos partes se van alejando cada vez más. Su vida cotidiana le revela los problemas que arrastra y que necesita comprender, sanar y liberar. La idealización insiste en que es la solución para todo y lo obliga a trabajar más duro para hacerse realidad. Tironeado, su poca autoestima ya se ha agotado y el cansancio y la desilusión se van apoderando de él.
Admirar (y envidiar) a personajes importantes es un recreo significativo. Se imagina como ellos, lleno de talentos prodigiosos, viviendo magníficamente, envidiado por los seres comunes… esos como él se siente: un tipo común que quisiera haber dado más, tenido más, sido más…
Lo que no comprende Juan Pérez es que es un ser humano como todos los demás, con ciertas características distintivas que lo hacen único e irrepetible. En la medida que no explore y reconozca estas características, creerá que es uno más, una hoja en la tormenta, sin posibilidad de marcar ninguna diferencia en el mundo.
TODOS somos comunes y extraordinarios. Compartimos iguales aspectos con el resto, somos un cóctel con los mismos ingredientes aunque distintos en las proporciones. Simultáneamente, somos originales, no hay nadie como nosotros. Esta particular configuración es nuestra creación absoluta. Traemos un potencial maravilloso que espera desplegarse y dar al mundo el regalo único de nuestra impronta energética. Nuestros sueños más descabellados son un indicio de ese regalo y son realizables.
Afectados por esa “poca cosa” que nos creemos y por una sociedad que alimenta esa noción, pensamos que sólo los grandes genios ejercen alguna influencia. Imbuidos en nuestra burbuja, imaginamos que nuestros pensamientos, emociones y acciones se diluyen en nosotros y en el mínimo entorno que nos rodea. La verdad es que no hay límites para ellos: cada pequeño movimiento energético de cualquier clase, cual gota en un lago, moviliza grandes reverberaciones. Todos Somos Uno.
Si Juan Pérez entendiera que es una creación única y que lo que se espera de él no es que sea un segundo Steve Jobs sino un Juan Pérez FULL, un ser humano con sus propias características activadas y disfrutadas, estaría feliz y en paz, brindando al mundo el presente que trajo para dar.
¿Ya te reconociste como Juan Pérez? Baja las idealizaciones de tu Ego y sostiene tu originalidad. No necesitas ser “importante”. Ya eres importante para Dios/Diosa. Así como eres. Bucea en tu interior, escucha tu voz particular, dale la oportunidad de crear lo que sea, confía en tu poder, reconócete y ámate por quien eres: un ser espiritual transitando una experiencia de encarnación en la Tierra. ¡Nada más ni nada menos! Común y extraordinario. Humano y divino.
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