Hasta mi juventud, odiaba ser mujer. Además de tener bastante energía masculina y corretear y explorar como un chico, observaba a mi madre y otras mujeres tan dependientes de sus esposos o de reglas sociales injustas que deploraba ser lo que era. Me rebelé prontamente y tuve muchos choques por eso. Yo quería otras cosas y trataba de ir por ellas. Tenía otro carácter y me costaba domarlo.
Ya más grande, en mis primeros trabajos, no soportaba las “estrategias” de mis compañeras haciendo el papel de víctima (llorando, yéndose al baño, poniendo caras de circunstancias) para manejar a sus jefes o lograr lo que querían a través de un poder encubierto y solapado. Las escuchaba contarse lo que hacían tanto en el trabajo como en sus vidas personales con otros hombres y me parecía humillante e hipócrita.
Yo era directa y sin vueltas y eso era parte del atractivo que tenía con los varones, que no estaban acostumbrados a esos tratos. También, por supuesto, me traía problemas. Tuve más de un despido por esa causa.
Muchas cosas fueron cambiando, ayudadas por los movimientos feministas. Al final, comencé a plantearme qué era ser mujer (lo sigo haciendo…). Comprendí las explotaciones del modelo patriarcal (John Lennon dijo que “la mujer era el negro del mundo”), pero entendí que no sólo eran hacia las mujeres. Los hombres también estaban prisioneros de sus roles y exigencias. No servía para nadie.
Con el tiempo, comprendí que hacer divisiones entre hombres y mujeres era continuar con el paradigma, cuyo máximo axioma es: “todos los hombres son…/todas las mujeres son…”: una generalización sin sentido ni posibilidades de entendimiento. Es cierto que hay diferencias en algunas cosas y es necesario tomarlas en cuenta, pero eso sirve para enriquecernos. No para complementarnos.
Creo que estamos en un tiempo de integración. En lugar de proyectar y servirnos de los aspectos de los demás, es hora de restituirlos internamente. Cada uno de nosotros tiene energía femenina y masculina, tiene arquetipos interiores que nos constituyen y asisten a ser y hacer lo que deseamos.
Mucha energía femenina está entrando ahora a nuestro hermoso planeta para equilibrar tanta energía masculina degradada. Hagamos cada uno su trabajo interno y ayudemos a la armonía de todos. Somos Uno. Esto es real y lo que yo pueda lograr en mí misma afectará al resto. Abandonemos el “esto o aquello” a favor del “esto y aquello”. Mujer/hombre. Hombre/mujer.
miércoles, 5 de diciembre de 2007
Ser Mujer
Publicado por Laura Foletto en 14:32
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