Hoy, una paciente que viene hace poco hizo un descubrimiento fundamental: siempre accionó de acuerdo a las reacciones emocionales de los demás (sobre todo las de enojo) y se sintió ahogada por las propias, que le impedían hacerse valer.
Ciertamente, es una actitud común… y desafortunada. Creemos que somos lo que pensamos, pero más bien somos lo que sentimos. Nos identificamos con nuestras emociones y le damos el poder de gobernar nuestras vidas. Tenemos mucho cuidado de seguir pautas como las de “El Secreto” o algún libro de pensamientos positivos y creemos que con eso cambiaremos todo. No nos damos cuenta de que no se trata de recubrir una vida de reacciones aprendidas con una pátina brillante de nuevas ideas. ¿Y las emociones?
Ellas te gobiernan. Te decís: “soy feliz, todo está bien en mi mundo” y, enseguida, tu esposo/a o un amigo te hace un comentario crítico e inmediatamente sentís que no valés nada y que no podrás salir adelante. ¡Adiós, buen pensamiento! Tenés que recordar que sos adicto a ciertos estados emocionales, que necesitás ciertos neuropéptidos para funcionar.
Como te he comentado anteriormente, nuestro cuerpo físico tiene una correlación con nuestras emociones y pensamientos. Es como el hardware al software de las computadoras. Procesa y expresa todo (por eso es tan rápido y simple hacer una terapia que involucre lo corporal además de las otras instancias). Entonces, a cada emoción y pensamiento les corresponden ciertos neuropéptidos. Desde el comienzo de nuestra vida, hemos llevado a cabo una determinada “preferencia” por algunos, debido a las condiciones imperantes durante nuestro nacimiento y posterior desarrollo. Padres poco contenedores o entornos traumáticos han disparado ciertas conductas reforzadas por la constante liberación de ciertos neutrotransmisores asociados al miedo, la inseguridad, el dolor, la ansiedad, el desaliento, etc.
En el caso de esta paciente, su madre la manejaba con el famoso “no hagas tal cosa porque tu padre se enoja”. Luego, se casó con un hombre que se pone violento “por culpa” de lo que ella hace. Es más, ella provoca inconcientemente las furias de los demás para seguir manteniendo lo que conoce. Está de más decir que ella no se enoja jamás y que no puede poner en palabras lo que le pasa frente a ellos. Aprendió a que su mundo gire en torno a las reacciones de los otros, olvidándose de sí misma.
Este es un error normal y fatal: “Vos me provocás, por eso yo… me enojo o me pongo triste o me alegro o lo que sea”. ¡No es así! Es exactamente al revés. El otro hace algo y YO reacciono enojándome o entristeciéndome o alegrándome, de acuerdo a pautas aprendidas en mi niñez. Soy una colección de discos rayados: en donde ponen la púa… toco siempre la misma canción.
La espontaneidad es algo raro en nuestras vidas. Muy pocas veces vivimos en el aquí y ahora. Existimos en el pasado, repitiéndolo sin cesar en lo nuevo, como comento en “Placer negativo”. Nos identificamos con nuestras emociones más básicas. Decimos: “yo soy triste”, “yo soy colérico”. El idioma castellano es maravilloso y tiene la diferencia entre ser y estar. Ser es algo inherente y persistente, mientras que estar es momentáneo y pasajero. Entonces, yo puedo estar triste (por una determinada circunstancia) pero no puedo ser triste toda mi vida. Las emociones son transitorias y fugaces por definición. Somos nosotros los que las mantenemos en el tiempo y nos reconocemos con ellas.
Entonces, ¿qué hacer? Dejá de creer que sos tus emociones. Ellas son indicadores, mensajeras de algo, nada más. Tomalas como una información y dejalas ir. Eligí los sentimientos, que son perdurables: el amor, la felicidad. Comenzá a encontrar esa sensación interna de amor por vos mismo, viajá a tu corazón y hallá la felicidad que reside en tu interior, la plenitud de ser, la seguridad de que ya sos suficiente como sos, la confianza de ser cuidado y guiado desde tu alma, el esplendor de saberte parte del Creador. Dejá de perderte en lo banal y transitorio: reconocete eterno.
martes, 27 de noviembre de 2007
¿Estás atascado en las emociones?
Publicado por Laura Foletto en 20:52
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