Frecuentemente, en la primera sesión, algunos
consultantes suelen contar su historia, describiéndose a sí mismos como
“sobrevivientes”. Refieren
circunstancias traumáticas (hasta terribles) que les han sucedido una y otra
vez, pero que han logrado “superar”. Se
sienten bien al desempeñarse con un ánimo ganador y con haber vencido las
dificultades.
¿Qué los trae entonces a una terapia? Están cansados. En esa
pelea, se han hartado y agotado. Han
perdido no solo energía y motivaciones, sino también personas y bienes. Paradójicamente, muchos no piensan en cambiar de actitud sino
en fortalecerse para continuar el combate.
Se han
identificado con ese aspecto de ellos mismos y están orgullosos. Son los fuertes, los luchadores, los que no
se rinden, los resistentes. Y no está
mal. El problema reside en cómo lo
aplican. Si hacen hincapié en la
tenacidad contra los inconvenientes, terminan convocando situaciones para
ponerlo en práctica.
Cuando
uno privilegia alguna condición en detrimento de otras, ella atrae las
circunstancias para protagonizarlas. Es como un actor especializado en determinado
rol: lo llaman para ese solamente. Ya
conoce cómo encararlo, cómo enfrentar a los otros y a las situaciones. Con el tiempo, se le hace tan familiar que
cree ser ese rol y pierde contacto con las otras posibilidades.
Además de los sobrevivientes, están las víctimas
(que caen de abusador en abusador), los perdedores (que dilapidan un negocio
tras otro, por ejemplo), los
triunfadores (que se aterran de quebrantar su racha ganadora), los hiperactivos
(que no pueden descansar y conectarse consigo mismos), etc.
Cada uno de esos roles, tiene atributos positivos
que se pueden aprovechar en una nueva actitud en lugar de desgastarlos en una
misma postura enquistada y perimida. En
el caso del sobreviviente, superar no
significa hundirse constantemente en circunstancias duras para avanzar sino en
dejar de convocarlas. Algunos tienen
necesidad de probarse frente a la adversidad en vez de usar esa fuerza en
construir una vida completa y tranquila.
Muchos han tenido familias con historiales de lucha y no conocen otra
forma de desarrollarse. Como decía,
otros encuentran identidad en ello y deben ampliar su sentido de sí al integrar
otros aspectos igualmente importantes y nutritivos.
Sucumbir
periódicamente en etapas conflictivas indica una falta de aprendizaje de
una determinada lección. Caer al fondo una y otra vez no es la forma
correcta de resolverla, porque a la larga es frustrante y agotador y demuestra
la impotencia en encontrar la respuesta.
Es la muestra de que la superación
está atada al sufrimiento y la pelea.
Una mejor
forma es detenernos y analizar, utilizando la conciencia como monitor del
proceso. Al
observar los condicionamientos personales, familiares y sociales, podemos
liberar las actitudes repetitivas y dañinas y encontrar nuevas soluciones. Tendemos a premiar a los que se esfuerzan y
luchan y así nos perdemos de otras formas de evolucionar. Estamos en tiempos de permitir el poder
innato de crear vidas plenas y abundantes, afirmando la vibración esencial de
cada uno y no los modelos impuestos para manipularnos.
Para ello, es necesario conocernos y confiar, visualizando un mundo distinto y ayudando a fundarlo. Ahora mismo, todos estamos golpeados por las noticias de infortunios en distintos lugares del planeta. Sufrir y quejarnos no los resuelven. Solo el trabajo interior para asumir actitudes amorosas, pacíficas y creativas que llevemos a nuestro entorno contribuirá al nacimiento de un mundo más justo y humano. Buscar culpables no nos libra. Responsabilizarnos de nuestra parte y trabajar en grupos trae contribuciones mejores. Todos Somos Uno.
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