Como comenté hace un tiempo, cuando terminé la carrera de Terapeuta Integrativa, a los alumnos nos vinieron todos los miedos iniciales de qué decir, qué técnicas usar, cómo contener, etc. Entonces, nuestros maestros (Chía Rodríguez y Roberto Liaskowsky) nos tranquilizaron diciéndonos que íbamos a saber qué hacer porque nosotros no habíamos sólo leído acerca de la terapia, la habíamos incorporado, habíamos pasado por cada cosa vivencialmente, así que sabríamos qué sería lo mejor si escuchábamos el cuerpo, si estábamos atentos.
Yo hice exactamente eso: puse la mente en blanco cuando me hablaban y alguien (no sabía definir ese alguien) me decía qué era lo importante y simplemente me dejaba llevar. Inconcientemente, así abrí la puerta a muchas cosas, entre ellas a canalizar información.
Cada vez esto es más fuerte y preciso. Muchas veces, yo misma me sorprendo de lo que digo y de lo acertado que resulta. De cualquier forma, hace poco, me advirtieron que yo detengo mucho ese don. Es cierto, mi mente racional tiende a cerrar esta posibilidad, dudando de lo que recibo, sobre todo en lo referente a mí misma. Sé que es un gran error, entre otras cosas porque los dones del espíritu deben ser reconocidos, utilizados y bendecidos o se pierden.
Así que en eso estoy: abriéndome cada vez más a las voces amables y sabias de… no sé de quién… ¿de mí?, ¿de guías?, ¿de ángeles?... No sé, Todos Somos Uno.
viernes, 4 de abril de 2008
Canalizar
Publicado por Laura Foletto en 20:23
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