Leí una apreciación acerca del tiempo de David Hockney que me pareció muy intrigante: “… Es algo que tiene que ver con la cantidad de tiempo que se ha invertido en la imagen. Quiero decir, Rembrandt se pasaba días, semanas, para pintar un retrato. Uno puede ir a un museo y pasar horas con un Rembrandt y nunca llegará a pasar el mismo tiempo mirando que lo que le tomó a él pintarlo… Una fotografía no puede ser observada por más de, digamos, treinta segundos. La razón es que virtualmente no hay tiempo en ella, el desequilibrio entre las dos experiencias, la primera y la segunda mirada, es muy extremo”.
¿Será así? Se me ocurrieron muchas puntas al respecto, tanto en lo que respecta al tiempo como a las imágenes y otras creaciones.
El placer sólo es percibido verdaderamente cuando “moramos” en él, cuando nos detenemos y nos permitimos sentir (usar los sentidos, la sensualidad, disfrutar). Vivimos en la prisa, lo cual conspira contra los tenues registros de un sonido, una fragancia, una caricia, un sabor. Sacamos fotos, filmamos, nos ubicamos fuera de nosotros, observamos pero no sentimos. Corremos, llenamos los días de actividad, somos productivos, pero no gozamos lo que hacemos. No tenemos tiempo.
Estamos vaciados de presencia. Ayer y mañana, no ahora. Allá y más allá, no aquí. Sólo podemos estar presentes en el cuerpo. La mente divaga, adelanta, planea, hace regresiones, está en cualquier lugar y período, se mueve a la velocidad de la luz. ¿Adónde estás? Como dicen los Upanishads: “lo que no puedes saber en tu cuerpo, no lo puedes saber en ningún otro sitio”.
Cuando me detengo y observo (sin engancharme) mi cuerpo, el espacio, los pensamientos, las sensaciones, los estímulos, el devenir… albergo un instante de silencio que capta lo eterno. Y lo eterno contiene todo, todo lo que espero y busco. Encuentro al inhalar la presencia etérea, frágil, fugaz, sublime de este segundo perenne.
Dios habla con paradojas, se dice. Lo instantáneo descubre lo eterno. Puedo percibir una solución en un momento. Puedo cerrar un ciclo de mi vida ya. Puedo sacar un potencial en una respiración. Lo invisible llama lo material. Puedo comenzar una vocación al visitar a alguien. Puedo imaginar una casa y disponer cómo hacerla casi inmediatamente. La intención encuentra los medios.
Como un relámpago, a veces percibo que mi vida es perfecta, completa, íntegra. Me disuelvo en la sensación y desaparezco/desaparece.
¿Cómo llegue aquí? No sé, sólo escribí. ¿Quién lo hizo? El tiempo se detuvo y fluyeron ideas. Hoy, al mirar desde un colectivo un niño que revisaba basura se me llenaron los ojos de lágrimas y le envié Luz mientras me comprometía a trabajar para y por él. Hoy, al imaginar una futura/presente pareja se me llenaron los ojos de lágrimas y se me abrió el corazón. Ahora, me pasa lo mismo. ¿A qué, adónde, me lleva cada instante? Acabo de ver que esta es la entrada 100. ¡Feliz cumpleaños! Esto sigue…
domingo, 23 de septiembre de 2007
Entrada 100... de tiempos y presencias
Publicado por Laura Foletto en 21:38
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1 comentario:
Tres intiresno, gracias
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