El lunes, lo convencí a papá para que venga a mi casa (voy yo siempre a la de él). Al principio, no quería viajar, puso excusas y entonces le dije que había visto cerca unos zapatos que necesitaba y ahí accedió. A él le encanta mi barrio y estaba muy contento con lo que veía, se compró un par de zapatos buenísimos, fuimos a comer a un restaurante chino y se fue muy feliz. En un momento, me dijo: “cuanto más viejo me pongo, más aprecio la vida”.
Es cierto… para los que se lo permiten. De jóvenes, estamos pendientes de tantas cosas que la Vida es un telón de fondo. Luego, comprendemos que no es necesario esa lucha, ese sufrimiento, ese ensimismamiento en lograr cosas. La Vida se despliega misteriosa y graciosamente como una socia abundante y amorosa.
Cuando estaba pasándola muy bien, le hice notar lo que se hubiera perdido si se hubiese quedado en la casa. Esta es otra postura común: nos dejamos llevar por el humor del momento y desaprovechamos hermosas oportunidades de placer y alegría… si tan sólo cambiáramos la actitud.
miércoles, 5 de septiembre de 2007
Aprecios
Publicado por Laura Foletto en 16:33
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