lunes, 2 de julio de 2007

Gracias, Mamá

Como una película sin tiempo, me vienen imágenes y recuerdos de estos días.

Lo primero, el miércoles, es una súplica: “Entregate, mamá. No es necesario que sigas sufriendo. Ya diste e hiciste todo lo que has podido. Danilo te espera y te guía. Soltate”.

Lo segundo, el viernes, mientras estaba juntando la ropa para ir el fin de semana a cuidarla, fue una pregunta: “¿Cuánto tiempo más?”. La respuesta fue “Ya es el final”.

Llego al mediodía y estaba más lúcida que de costumbre, aunque con muchísimas dificultades para respirar por una enorme cantidad de mucosidad. Me habló más que nunca, aceptó comer más de lo acostumbrado, me buscaba la mano todo el tiempo. Estaba tremendamente edematizada. Le di suaves masajes, la moví, la acaricié, le sostuve su mano. Me voy cuando viene la señora que la cuida a la noche. Como siempre, dudé de lo que había recibido… no es este fin de semana…

Mi padre va a cuidarla a la mañana temprano. Vuelve… pienso que se olvidó algo… abre la puerta y se larga a llorar… había pasado… dos horas después que me fui… llamaron a mi casa y, como por supuesto no había nadie, no nos enteramos… pasó igual con mi hermano… ¿formas de cuidarnos, para que no anduviéramos de noche en tan lamentables circunstancias?... creo que sí… los dos eran seres amorosos…

Hago el trámite para retirarla del Hospital hacia la Cochería. La tengo que reconocer: cuando la veo en la camilla, me largo a llorar y lo único que puedo pensar es: “¡Gracias, gracias, gracias!”. Le acaricio la cara y el pelo, le beso la frente.

Ni a papá ni a mí nos gustan los velorios. Queda en la Cochería. La pasamos solos en casa, charlando sobre ella, sobre la vida. Queremos privacidad, intimidad. Estamos en paz: hemos dicho y hecho todo lo posible. Estoy en paz: he cortado todos los lazos negativos y solo resta la enseñanza y el amor.

El domingo, vamos a despedirnos antes de que cierren el féretro. Me vuelve a pasar lo mismo. Sólo puedo agradecerle, acariciarla y llorar.

Compramos un enorme ramo de crisantemos blancos y amarillos, envueltos en un hermoso papel rosa. El cura de la capilla que iba a decir el responso no aparece. Le pido a un vecino que ha ayudado mucho a mis padres y que es evangelista que diga unas palabras después de su entierro (no me importan las religiones: sólo hay un Dios). Al final, agradezco a los vecinos que han venido, encomiendo su alma a la Virgen y ¿qué puedo decir de ella? Gracias, gracias.

Vamos a encargar una placa. ¿Qué poner? ¡GRACIAS POR TODO, MAMÁ! CON AMOR.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me ha conmovido mucho, que sencillo es todo cuando en vez de pre-ocuparnos, nos ocupamos.