Estar encarnados es una maravillosa oportunidad. ¿Pensamos alguna vez en ello? En las corridas de la vida diaria, raramente
nos hacemos preguntas fundamentales. Nos
decimos: “esto es lo que soy; esto es lo que es” y seguimos adelante. Habiendo tanta confusión y estrés, ¿para qué
nos vamos a dificultar más la vida indagando acerca de ella? Sin embargo, eso es lo que realmente nos la
simplificaría.
Como comenté en otros boletines, esta sociedad es producto del Ego y está vaciada de espiritualidad y
sentido. ¿Qué es el Ego? Es eso que llamamos “Yo”: yo soy Juan
Pérez; yo soy empleado; yo soy hijo, padre, marido, hermano, amigo; yo soy
bueno, trabajador, voluntarioso, malhumorado.
Usamos mucho el “tengo” con el Ego: yo tengo una casa, un auto, un
empleo, un hijo, un prestigio, un carácter.
Y muchísimo los verbos que denotan actividad (generalmente, con el
“tengo que” adelante): yo voy a la oficina, yo plancho, yo corro, yo hago
dieta, yo llevo los chicos a la escuela.
Si analizamos el párrafo anterior, el Ego parece ser una colección de roles y de facetas, llevadas a la
acción. Y así es. Ese Yo que tratamos como si fuera un ente
monolítico, es en realidad una multitud de aspectos, que se contradicen entre
sí. Basta que nos pongamos un objetivo,
para que surjan cantidad de ellos que dudan, se enojan, tienen miedo, se
desmerecen, etc. Habitualmente, los
calificamos en buenos y malos y ahí
nos la complicamos peor, porque terminamos juzgándonos, culpándonos y
castigándonos por no ser esa persona agradable, consistente y productiva que deberíamos ser.
Así las cosas, se podrían resumir en algo así como “nazco,
me reproduzco, consumo y muero”. ¿Eso es
todo? Las preguntas esenciales nacen
cuando logramos todas las cosas que nos prometieron que nos iban a hacer
felices y no lo somos. Las grandes crisis,
la frustración continua, la insatisfacción, el vacío nos llevan a plantearnos
qué más somos, qué más hay además del Ego.
Existen muchas explicaciones, como sabrás. Todas reclaman ser las únicas y auténticas y
tener libros autorizados y pruebas fehacientes.
Conócelas y elige la que sea afín
a tu corazón y sirva a tu mayor transmutación. Como habrás notado, yo tengo una síntesis
personal, producto de años de estudios y vivencias. Entre otras cosas, creo en la reencarnación
(o en algo parecido a ello, ya que somos un tanto más complejos que la sencilla
idea de ir y venir en distintos cuerpos, en distintos tiempos). Sin entrar en discusiones abstractas (no evangelizo; comparto), somos un Espíritu, una chispa divina, que
tiene un Alma, que coordina los aprendizajes, experiencias y evoluciones en
diferentes dimensiones, tiempos, lugares y criaturas.
Una de esas posibilidades es estar encarnados en este
planeta. Para concretarla, el Alma crea
en cada una de ellas un determinado diseño, para asegurarse un determinado
aprendizaje. El cuerpo que tenemos,
la personalidad, los padres, las cualidades y desafíos, el lugar, la clase
social, los dones, todo tiene un
propósito. Este propósito se
despliega a lo largo de la existencia de cada uno, forzando a comprenderlo y
honrarlo en su cumplimiento.
¿Vas entendiendo que no viniste aquí a tener y hacer? ¿Que tu vida es una creación desde su mismo
inicio y que está en ti seguir creándola desde tu mayor conciencia y
magnificencia? ¿Que lo “malo” que somos
o hacemos y los sufrimientos que conllevan son una forma de aprender
simplemente? Tener un cuerpo físico en
la Tierra implica muchos niveles, desde
el más primario de conocerlo y sobrevivir al más arduo de buscar la trascendencia. Como Humanidad, hemos hecho que este proceso
sea demasiado brutal y, paradójicamente, inhumano.
Todos somos responsables, porque hemos contribuido en este
tiempo y en otros a que esto sea así. Es hora de tomar conciencia plena de que
Todos Somos Uno. Que lo que nos sucede
a cada uno no termina en nuestra propia burbuja sino que es patrimonio común, a
través de la energía divina que nos hermana, a través de una red invisible que
nos une, hoy y siempre. Es tiempo de traer el Cielo a la Tierra y
vernos como seres espirituales haciendo un tránsito humano. Esto significa, entre otras cosas, hacernos
la vida más simple, verdadera, alegre, abundante, conectada. Desapegarnos de las nimiedades del Ego
(un instrumento, no nuestro dueño), de sus dramas tontos y aún de sus grandes
miserias y sufrimientos. Somos mucho más
que una colección de aspectos sin sentido; ellos
están para experimentar los desafíos de ser un creador responsable.
Nos debemos el vivir desde
la luminosa guía de nuestro Ser. Se
trata de cambiar hacia una mirada más integral, abarcadora, conciente,
amorosa. Es la salida que estamos
buscando en medio de la oscuridad. No
está afuera ni en los demás. Está dentro
de nosotros mismos.
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