“Esa misma noche murmuró una plegaria para
el Dios y para sí misma: alivia mi alma, haz que sienta que Tu mano toma la
mía, haz que sienta que la muerte no existe porque en realidad ya estamos en la
eternidad, haz que sienta que amar no es morir, que la entrega de uno mismo no
significa la muerte y sí la vida, haz que sienta una alegría modesta y diaria,
haz que no Te indague demasiado, porque la respuesta sería tan misteriosa como
la pregunta, haz que reciba el mundo sin
miedos, pues para ese mundo incomprensible fuimos creados y nosotros mismos
también somos incomprensibles, ahí se da uma conexión entre ese misterio del
mundo y el nuestro, pero esa conexión no es clara para nosotros mientras querramos
entenderla, bendíceme para que viva con alegría el pan que como, el sueño que
poseo, haz que tenga claridad y paciencia conmigo misma, amén.
De repente, Lori no aguantó más y llamó a
Ulises:
-Qué es lo que hago, es de noche y estoy
viva. Estar viva me está matando de a
poco y estoy toda alerta en la oscuridad.
Hubo una pausa, llegó a pensar que Ulises
no había oído. Entonces él dijo con voz calma y apaciguadora:
-Aguanta.
Cuando colgó el teléfono, la noche estaba
húmeda y la oscuridad suave, y vivir era tener un velo cubriéndole la
cabeza. Entonces con ternura aceptó
estar en el misterio de ser viva.”
De "Un aprendizaje o el libro de los placeres" de Clarice Lispector
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