jueves, 23 de diciembre de 2010

Naturaleza cercana

Un amigo se mudó a un country, a 60 km. de Buenos Aires, y fui a visitarlo. Era chico y muy tranquilo. Estar sentados charlando en el patio, lleno de árboles, flores y pájaros cantando continuamente fue un oasis de serenidad. Esa sensación de paz, de confianza, de poder, de alegría, que brinda la naturaleza en su silencio activo es altamente relajante e integrador. Puedo estar horas en la “nada” en un entorno natural, cosa que es imposible en medio de la ciudad. Hemos perdido los ritmos y la plenitud en nuestros ambientes llenos de ruido, vértigo, polución. Necesito momentos así para recargarme: con los pies en la tierra y la cabeza en las nubes.



Al otro día, fui a ver a mi padre y, en la estación de tren en la que me bajo, hay una enorme extensión de terreno que pertenece al Colegio Militar. Muchos caballos pastaban tranquilos. Me encantó esa visión en medio del ajetreado conurbano de Buenos Aires.

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