lunes, 29 de noviembre de 2010

¿Reconoces tus juegos?

La vida es un juego. Seguramente, escuchaste esto muchas veces. ¿Te pusiste a pensar cuáles son tus juegos? No solemos darnos cuenta de ellos porque nos identificamos tanto que los consideramos partes nuestras, formas de ser.

Veamos algunos. Durante bastante tiempo, yo jugué a ser “la mala”. Era rebelde, contestataria, agresiva, me metía en situaciones complicadas, cambiaba de ámbitos frecuentemente, hacía cosas reprochables, era criticada. Un día, me di cuenta de que había asumido este rol en mi infancia por algo bien distinto: yo era un Índigo pionera, así que mi forma de ser era parte de lo que había venido a hacer. No tenía que asumirla desde el contexto negativo sino realzar lo positivo que ello implicaba. Además, a pesar de mis desaguisados, yo estaba rodeada de gente maravillosa, así que tan “mala” no debía ser. Era más bien una percepción ligada a lo que la sociedad juzgaba como tal en sus parámetros.

Otro juego era “yo soy la fea”. Siempre, me consideraba la más horrible de los grupos en los que estaba. Sin importar que tuviera un gran éxito entre los hombres por ejemplo, le encontraba una excusa racional a ello y seguía en mi tesitura de que no había nadie más feo que yo. Era un reflejo de “la mala” en forma estética y también de la falta de aceptación de mí misma.

Otro: “a mí no me importa lo material”. Así, anduve con problemas económicos durante bastante tiempo. Por supuesto que me importaba porque sufría cada vez que llegaba fin de mes y me llenaba de deudas. Este juego encerraba otros: “yo soy espiritual y lo material es irrelevante”, “me cuesta estar en la realidad”, “es pesado tener un cuerpo y vivir a través de él”, “no me gustan los trabajos que la sociedad ofrece”, “soy vaga” y unos cuantos más. Aceptar que estoy encarnada y que este juego lo elegí yo fue un primer paso. Encontrar el significado profundo detrás de lo superficial y disfrutar el proceso fue otro.

“Yo trato pero no puedo” es muy popular entre las personas dependientes, así como “yo aguanto todo” lo es entre las masoquistas. “El mundo es peligroso” tiene un enorme éxito ahora, con sus sub-juegos de “en la calle te matan por nada”, “no se puede salir de noche”, “la gente (los otros, claro) está cada vez más violenta”, etc. “No puedo expresarme (o ser yo mismo) porque los demás se enojan, o se ponen mal, o me critican o lo que sea” es muy conveniente para seguir sosteniendo el status quo y no atreverse a cambiar.

En definitiva, los juegos nos sirven para continuar reaccionando siempre de la misma forma y no plantearnos para qué los usamos. Estamos llenos de ellos. Cada uno implica una limitación o una carencia o un trauma que surgió en la niñez o la adolescencia y que nunca fue cuestionado: “así soy yo, así es la vida”, nos decimos y los seguimos repitiendo. Nuestros Niños Internos están esperando que los saquemos de ese círculo vicioso y que los sanemos.


En realidad, al reconocerlos y transformarlos, encontramos las nuevas facetas de creatividad, crecimiento, plenitud y libertad que esconden. No están como una condena sino como una oportunidad de evolución. Son juegos del Ego que conducen a los juegos sabios del Alma. Es imperativo soltarlos y jugar otros más expansivos, que nos llenen de entusiasmo, de apertura al misterio, de amor, de asombro frente a la preciosa variedad que nos ofrece el Juego de la Vida.

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