viernes, 12 de octubre de 2007

Padres de uno mismo

Esta mañana, en una hermosa sesión con una paciente, su aspecto Madre pudo abrazar a una Niña Interior que creía que debía estar en el medio de sus padres y que se sentía muy sola.

Nuestros Niños Internos moldean el mundo como lo concebimos. Esas experiencias iniciales son repetidas en las demás relaciones y en otros ámbitos. Si no tomamos conciencia de ellas (sobre todo de una o dos que son las fundantes), seremos seres reactivos y traumatizados, reproduciendo esquemas y creyendo que no hay salida.

Darle voz a esos Niños y permitirles que expresen lo que sienten es el primer paso. El segundo es ser madre y padre de ellos y darles lo que necesitan. El más grande error es seguir reclamando a los padres reales lo que no nos pudieron dar. Eso ya está hecho y tiene una razón. No podemos volver el tiempo atrás ni desperdiciar nuestra vida en inútiles quejas y llantos.

Debemos darnos a nosotros mismos lo que necesitamos. Nadie más que nosotros sabe cómo sanar la herida y liberar (perdonando) lo sucedido. Lo paradójico y milagroso es que, cuando dejamos de demandar y nos responsabilizamos, obtenemos lo que soñamos.

Nuestros Niños son la fuente de las más bellas emociones, del entusiasmo, de la imaginación, de la facultad de crear, de la intuición. Por ello, este trabajo es fundamental para nuestra felicidad (esto está muy bien explicado –con simples prácticas- en los Libros de “Encuentra tu verdad y crea tu vida”).

Nuestros Niños merecen una infancia maravillosa (junto con límites adecuados). Su regalo es ayudarnos a vivir con alegría, entusiasmo, valentía y libertad.

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