martes, 23 de octubre de 2007

Decisiones

¿Qué implicancias tienen las decisiones que tomamos? Creo que pasamos de un extremo a otro, sin darnos cuenta. Podemos tomarlas impulsados por la ignorancia, la irresponsabilidad, el apuro, la ansiedad, las idealizaciones o, por el contrario, por la exigencia, el peso, la obligación, los conflictos, el peligro, las imposiciones. También, podemos tomarlas o dejar de tomarlas por las dudas, los miedos, los vínculos, las postergaciones, la indolencia, el abandono.

Nos preguntamos qué perdemos y qué ganamos, qué alcances tendrá esa decisión para los demás, qué cambios significará para los participantes.

Aún así, jamás tenemos toda la información al hacerlo. Por más que deseemos tener en cuenta las múltiples variables y sus posibles consecuencias, nunca sabremos qué dispara esa decisión porque ella es, en sí misma, un nuevo camino. Al hacerla, abrimos una posibilidad que no existía y, junto con ella, todos los dones y desafíos.

Por eso, cada decisión es un salto de fe. Y sería precioso si pudiéramos tomarla desde el máximo amor y confianza que seamos capaces. No existe una buena o una mala decisión. Sólo existe un potencial que damos a luz. No podemos saber qué sucederá. Pero podemos anidarla en la esperanza, la entrega, la claridad y el amor que nuestro espíritu puede contener.

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